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Conspiraciones marxistas

Existen textos, producciones audiovisuales y obras de arte que por su composición y expresión de ideales sociales y políticos generan polémica, la misma que se presta para el intercambio de ideas.

Es claro que en un mundo de claroscuros hablar de verdades absolutas es absurdo y desgastante. Son pocas las aseveraciones tan contundentes que eliminan toda posibilidad de debate.

En mi opinión el cambio climático pertenece a esa pequeña lista de verdades absolutas. Es irrisorio y preocupante expresar lo contrario y más si las palabras de negación emanan de un líder de Estado.

En los días por venir se llevará  a cabo la Cumbre del Clima en Katowice (Polonia), el objetivo de las complejas negociaciones es implementar el Acuerdo de París 2015, el cual insta a frenar el calentamiento global recortando de manera drástica las emisiones contaminantes.

La tensión y complejidad detrás de las negociaciones es imposible de entender para Conciencia Global. El asunto no tendría por qué ser tan rebuscado. La Cumbre de Katowice debe impulsar el Acuerdo de París con la finalización de su programa de trabajo, el cual debe ser diseñado como un facilitador en materia de seguimiento, avances y garantizar la transparencia de la acción por el clima.

Hasta aquí cualquier ser razonable debería de estar de acuerdo, desafortunadamente la irracionalidad gobierna en estos tiempos. Las locuras del hombre naranja (Donald Trump) ahora tiene club de fans encabezado por el fascista Jair Bolsonaro, quién ha asegurado que el cambio climático es “una conspiración marxista”.

En el lado de la esperanza existen posturas como la de Pedro Sánchez, un promotor de la economía verde. El presidente español asegura que su país fijará metas más ambiciosas que las estipuladas en el Acuerdo de París; propone reducir 37 por ciento los niveles actuales para 2030 y diseñar una agenda que se comprometa a hacerlo en 90 por ciento para 2050.

En términos reales, el problema sobrepasa las declaraciones de los personajes antes mencionados, el reto son las economías carbonizadas, es decir, aquéllas que dependen en un alto porcentaje para la producción de energía. Tal es el caso del país anfitrión que depende en 80 por ciento de energías no renovables.

Ante esta encrucijada de realidades divergentes, el debate debería de centrarse en soluciones exponenciales. El acertijo no está en diseñar tecnologías que cuiden el medio ambiente, sino en hacerlas de fácil acceso, siendo que hasta ahora  se mantienen como un verdadero lujo capitalista incapaz de darle solución a “conspiraciones marxistas”.

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da/i