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Nuevos símbolos, viejos significados

El nuevo emblema o símbolo del gobierno de México encabezado por AMLO contiene muchos significados. Por ejemplo, la ausencia de mujeres revolucionarias (que las hubo y las hay). Hoy sabemos que, aunque se hable o exista un gobierno paritario en términos de género, eso está lejos de ser igual a que la visión patriarcal y machista haya muerto. Que en el logo no estén Zapata, Villa y los Flores Magón podría interpretarse como que no les interesa reivindicar a los representantes de la vertiente no sólo popular de la Revolución mexicana, sino la otra mirada, la de los pueblos originarios que antes ni siquiera los reconocíamos como indígenas, sino solamente como campesinos. Y aunque se parecen, aún ahora no acabamos de aprender que no es lo mismo ser indígena y ser campesino. Y aún nos falta hablar y reconocer nuestra sangre afro, nuestra raza negra. Esa que desde la academia se ha nombrado como “la tercera raíz”.

Por otro lado, sin embargo, podemos celebrar dicha omisión, ya que no pretenderán apropiarse de ellos para pervertirlos. AMLO lo ha dicho claramente: él es juarista, maderista y cardenista. Y Juárez a pesar de ser indígena no era propiamente un defensor de su raza. Lázaro Cárdenas, reconocido en la historia oficial como el presidente que más tierra repartió entre los campesinos, paralelamente, por su propia decisión, constituyó la Central Nacional Campesina (CNC) a donde hizo que de manera corporativa fueran incorporados todos los campesinos y de ahí a su dependencia del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) creado durante su sexenio, y posteriormente al PRI.

Así, con estos antecedentes, el espectáculo montado en el Zócalo donde supuestamente representantes de los pueblos originarios entregaron el Bastón de Mando al nuevo presidente, ya de por sí deja ver la concepción utilitaria que tienen mutuamente quienes protagonizaron dicha fiesta y pretendieron apropiarse del “mandar obedeciendo”, planteamiento zapatista que pone en cuestión una de las características centrales de la democracia liberal en la cual, en todo caso, los gobernantes mandan obedeciendo, pero no a los pueblos sino a sí mismos y a los intereses de los capitales que los llevaron a ocupar el poder.

Obviamente no se manda obedeciendo a los pueblos originarios cuando se anuncia, sin consultarlos, que en los territorios que han cuidado por siglos se realizarán grandes megaproyectos como el tren maya o el tren transítsmico que, por más que afirme AMLO que no se tirará un solo árbol, es claro que eso resulta imposible cuando se habla de trenes que recorrerán miles de kilómetros. Y tampoco se manda obedeciendo cuando se hace una consulta que se definió y aplicó sin la participación de los pueblos. Como es común en los procesos de la democracia liberal, sólo se convoca a opinar sobre preguntas que los gobernantes consideraran importantes o peor, sobre cuestiones que en realidad ya están decididas pero que consideran que deben ser legitimadas.

Todo empieza a indicar que el gobierno de la cuarta transformación seguirá haciendo lo mismo que sus antecesores a quienes criticó acremente en el discurso de toma de protesta. Seguirán sin respetar el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo que plantea la exigencia de que los pueblos sean informados ampliamente de los proyectos como requisito para hacer una consulta para decidir sobre los proyectos. No ha sucedido de esta manera en las dos consultas realizadas respecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y sobre el tren maya.

Investido con una diversidad de artefactos indigenistas, con un Bastón de Mando entregado en medio de humo de copal, sonidos del caracol y saludando a los vientos de los cuatro puntos cardinales, sería lamentable que AMLO y su gobierno mantengan como práctica política la división de las comunidades, la corrupción de sus autoridades y la intimidación, con el fin de sacar adelante esos megaproyectos que desde el gobierno se considera que llevarán el progreso sobre los rieles de los trenes. Yo, como decía mi abuelo ldefonso: ya veremos, dijo un ciego, y nunca vio.

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da/i