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¿De verdad llegó el rescate del río Santiago?

Este sábado las portadas de los periódicos locales amanecieron sin excepción con la noticia de un proyecto de rescate al río Santiago que anunció Enrique Alfaro, en su día uno como gobernador de Jalisco; logró impresionar a muchos con la cantidad de dinero que dijo se invertirá y el número de dependencias involucradas, pero al ver a detalle el destino de los billetes y las acciones que están contempladas, y más aún las que se discriminaron, las cosas toman su justa dimensión.

1. Mensaje político. Si algo hay que reconocerle al nuevo gobernador es que haya agendado en su primer día de funciones una visita a El Salto y Juanacatlán para anunciar un proyecto de esa naturaleza, que no es nuevo ni único, pero sí es significativo que en su primer evento volteé a ver un desastre ambiental como este. Además, implica que los demás actores relacionados despierten y se pongan a hacer lo que les toca.

2. El truco del dinero. El anuncio del gobernador fue que se invertirán 3 mil 418 millones de pesos en acciones para sanear el río, pero la cifra trae letras chiquitas: sólo la mitad la aportará el gobierno de Jalisco, el resto sólo está en el imaginario. Ahora, de los mil 450 millones estatales comprometidos, ¿a dónde se van? 590 millones a plantas de tratamiento y colectores, 95 a “ordenamiento territorial”, 265 a obras sociales, como rehabilitar clínicas y parques, y 500 a supervisar el sector agrícola.

¿Qué está atacando esta inversión? El rezago que hay para sanear las aguas negras de las casas y los pequeños negocios, las granjas porcícolas y hasta el lirio, pero, ¿y los grandes contaminantes que vierten al río metales pesados, compuestos tóxicos y mutagénicos que ni siquiera figuran en la legislación mexicana?

Recordemos algo, no fue por los coliformes fecales del agua negra que murió Miguel Ángel López Rocha en 2008, de sólo 8 años, al caer al río Santiago, ni tampoco son los causantes de los frecuentes casos de cáncer entre la gente de El Salto o del nacimiento de bebés con malformaciones en manos y cabeza que les llegan a costar la vida. Una planta de tratamiento bien equipada y operando no va a erradicar esos problemas de la población, pero que las industrias sean inspeccionadas, sancionadas, obligadas a dejar de contaminar y a reparar los daños, sí.

3. Partir de cero. Durante el anuncio del proyecto en el malecón de Juanacatlán, Alfaro dijo que hay un sobrediagnóstico del Santiago y que no busca hallar el hilo negro, sino sanear. Tiene razón, hay gran cantidad de estudios, planes, recomendaciones, etcétera, de los que se puede partir, pero, ¿los tomaron en cuenta?, ¿están partiendo de ellos, de los investigadores que tienen décadas estudiando la cuenca? Algunos ya están diciendo que no, a pesar de ser quienes tienen el pulso fresco de lo que está pasando y por dónde empezar. La refundación de Alfaro, si no incluye a la gente que padece los problemas y la que trabaja en resolverlos, no será algo serio.

4. El barril sin fondo de las plantas tratadoras. En Jalisco hay plantas de tratamiento de aguas negras desde los 3 hasta los 36 millones de pesos que el mismo año en que empezaron a operar fueron abandonadas por falta de recursos. También está el caso de Agua Prieta, que costó 3 mil millones de pesos, pero trabaja a media capacidad porque no se concluyó un colector de 2 mil millones, y 40 por ciento del agua negra de la ZMG se va a la barranca. ¿Cómo garantizará Alfaro que su infraestructura nueva sí funcione?

El reto de sanear el Santiago es titánico, y qué bueno que se voltee a ver, pero ni el gobernador, ni sus secretarios ni presidentes municipales podrán realizar cambios si no incluyen a la población y al gobierno federal, que es el que más atribuciones tiene para regular a las empresas que están matando a las personas con sus descargas.

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da/i