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El conflicto entre AMLO y el Poder Judicial

Durante los primeros días de su mandato, el presidente López Obrador se ha dedicado a erigir algunos símbolos. La venta del avión presidencial, la apertura al público de la residencia oficial de Los Pinos y la defensa de la Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos. Mañana habrá un símbolo más cuando Morena presente su ley de austeridad republicana.

Estos símbolos son importantes porque el nuevo gobierno pretende predicar con el ejemplo. Sin embargo, se corre el riesgo de que el presidente se gaste su capital político erigiendo estos símbolos en lugar de utilizarlo en otras batallas más estratégicas para su agenda de transformación. Me explico.

El presidente López Obrador tiene razón cuando afirma que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre. En un país donde la mitad de la población vive por debajo de la línea de pobreza resulta inmoral que los sueldos de los funcionarios públicos contribuyan a incrementar la desigualdad económica. Por ello, si el gobierno ha de encabezar la transformación del país, resulta congruente que comience por poner el ejemplo. Como dice el dicho, el buen juez por su casa empieza.

La relación entre los símbolos del presidente y el combate a la pobreza se puede resumir en el siguiente tuit del profesor Patricio Solís, del Colmex: “Da gusto ver a las familias pobres apropiarse de Los Pinos, pero al volver a sus casas seguirán siendo pobres. El mensaje simbólico inicial es importante, pero será hueco si no se avanza hacia una reducción significativa de la desigualdad social y la pobreza. #CambioEstruturalYa”.

El discurso sobre la austeridad republicana se ha construido en torno a la siguiente apuesta causal: si se acaba con el dispendio en el gobierno, los recursos ahorrados se podrán usar en programas sociales que sacarán a las personas de la pobreza. Atender las necesidades inmediatas de la población a través de los programas sociales es primordial. Sin embargo, se trata de una cadena causal engañosa. Los programas sociales son importantes, pero siempre serán insuficientes porque atienden los síntomas de la pobreza, no sus causas estructurales.

Las causas profundas de la pobreza se encuentran en otras arenas. Por ejemplo, en la posición socioeconómica de la familia de origen de las personas, en la desigualdad de oportunidades educativas, en la falta de acceso a oportunidades económicas, en la carencia de servicios públicos básicos y bienestar urbano, en la brecha salarial entre los altos ejecutivos de las empresas y los trabajadores más humildes, en la imposibilidad de organizarse para demandar los derechos económicos, en vivir sin red de seguridad social, entro otros factores.

El presidente cuenta con un gran capital político que sin duda le alcanzará para meter en cintura al Poder Judicial. Pero no hay que quemar la pólvora en castillitos. Acabar con el dispendio y los privilegios en el gobierno es significativo, pero ese objetivo por sí solo está muy lejos de tocar las causas estructurales de la pobreza. Para lograr esto último habrá que entrar en conflicto con una importante cantidad de poderes fácticos que se resistirán con uñas y dientes para no perder sus privilegios.

Hago votos para que el presidente no pierda su tiempo enfrentándose con el Poder Judicial. Allá ellos si quieren conservar esos sueldos inmorales. Si el presidente ha de gastarse su capital político, mejor que sea para acabar con el periodo neoliberal en México, como nos lo anunció en su toma de protesta.

 

Coordinador del Laboratorio de Innovación Democrática (LID)

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JJ/I