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La privatización de la salud

En la avenida Presa Laurel, en el oriente de Guadalajara, hay un consultorio médico aledaño a una farmacia de medicamentos genéricos. Quienes acuden al mismo, se levantan temprano para alcanzar ficha, lo que implica pagar por adelantado el servicio: 30 pesos. Quien atiende es una médico general, amable, paciente y que dedica el tiempo necesario a quien acude a ella. El servicio es barato y las recetas también se pueden surtir a precios accesibles, pero es privado.

La privatización de la salud en México, que revela el estudio Diagnóstico del Derecho a la Salud, del Consejo Nacional para la Política de Desarrollo Social (Coneval) 2018, es eso, la única salida que hay para tener acceso a la salud. Es decir, no hablamos sólo de quienes tienen la posibilidad de comprar un seguro de gastos médicos o pagar por los servicios en hospitales privados, sino quienes han encontrado en esos pequeños consultorios su única alternativa.

Las razones por las que los ciudadanos han tenido que optar por la medicina privada son varias. La primera de ellas, la distancia que deben recorrer, que es uno de los indicadores que se utilizan en el estudio de Coneval. Para llegar a un consultorio adyacente a una farmacia el tiempo promedio que se debe recorrer es de 22.8 minutos; para llegar a un centro de salud, 28.8 minutos.

El estudio, que El Diario NTR Guadalajara dio a conocer ayer, demuestra el estado grave en que se encuentra el sistema de salud en nuestro país. El dato más alarmante es que casi la mitad del dinero que se usa para pagar servicios sale del bolsillo de los mexicanos; esto es, desde quien paga la consulta de 30 pesos hasta quien compra un seguro de gastos médicos mayores. Y si le sumamos las cuotas obrero patronales que se pagan en los sistemas de seguridad social, que en estricto sentido también es dinero del bolsillo de los mexicanos, el gasto privado sube a 65 por ciento.

Ese porcentaje nos coloca sólo por debajo de Estados Unidos, un país que se caracteriza justamente por la privatización de su sistema de salud.

¿Cómo fue que llegamos a este punto de privatización de la salud? El resto de los datos del estudio responde a esa pregunta. Lo primero es que México dejó de invertir en salud. De hecho, aparece como la nación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que menos invierte con relación a su producto interno bruto (PIB), apenas 3 por ciento.

La consecuencia de esa baja inversión es la falta de infraestructura, de personal, desabasto de medicamentos y un deficiente servicio.

El presidente Andrés Manuel López Obrador presentó ayer su plan de salud, donde hizo énfasis en dos puntos: garantizar el abasto de medicamentos y unificar todos los servicios de salud. De hecho, este último es uno de los defectos que señala el estudio de Coneval, que en el sistema público “cada uno de los esquemas de aseguramiento cuenta con su propia estructura de gobierno y sólo ofrece acceso a sus afiliados”, lo que da como resultado “una coordinación limitada para recaudar ingresos adicionales y que garantice la asignación equitativa entre las distintas instituciones”.

El abasto de medicamentos también es un problema grave. En 2008, el porcentaje de recetas surtidas en forma completa en México era de 89.4 por ciento. Cada año ha ido bajando, con ligeras recuperaciones en algunos ejercicios, pero que no permiten ya alcanzar ni siquiera 85 por ciento.

El derecho a la salud es un derecho humano. Así se establece en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, conmemorada hace apenas unos días. Esperemos que el nuevo plan de López Obrador permita que deje de ser una fecha en el calendario, para convertirse en una realidad.

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JJ/I