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Una cantina en el alma de la ciudad


En pleno corazón de la ciudad, en el 912 de la calle Miguel Blanco, se ubica una de las cantinas más tradicionales y longevas de Guadalajara: El Lido, sitio donde las buenas bebidas y hasta uno que otro antojito mexicano le dieron su toque particular.

Inaugurado en 1930, El Lido inició operaciones como restaurante- cantina, por lo que su auge se sustentó en los antojitos mexicanos, tales como el menudo, las criadillas, el mondongo y la sopa de médula.

No era para menos, ya que su propietario, Francisco Silva Romero, tenía fuertes vínculos con el rastro municipal de Guadalajara.

A pesar de los años que han pasado desde su apertura, esta cantina ha conservado casi todo el mobiliario original, con una enorme barra a uno de los costados, equipales y mesas de madera, una rockola al fondo y una serie de fotografías que recuerdan la Guadalajara antigua.

Javier Ayala, quien lleva 35 años detrás de la barra de El Lido, recuerda los tiempos de auge de la cantina, sitio preferido de políticos y gente del medio artístico.

“Tuvimos  el privilegio de tener a todo el elenco artístico de ese entonces; por ejemplo, a la señora Silvia Pinal, a Vicente Fernández, Johnny Laboriel, Javier Solís, la Sonora Santanera, entre otros. Aquí se guardan montones de historias”, afirma.

Ayala enfatiza que, ya que el dueño del lugar era el líder de uno de los sindicatos más importantes en el estado, la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), el lugar se convirtió en el sitio preferido de diputados, presidentes municipales y toda persona relacionada con la política de Jalisco, quienes iban en busca de asesoría de Silva Romero y aprovechaban para tomarse un trago y disfrutar de la música.

“Aquí se manejaban mucho los tríos, uno de 22 horas a 5 de la mañana y otro de las 17 horas en adelante. Tocaban unos señores ya grandes, el menor tenía 85 años. Todo era maravilloso”, resalta.

Otro de los aspectos que le dan identidad a El Lido es una bebida que se ha convertido en su emblema.

“Aquí la preferida es una bebida con tequila El Tequileño. Lleva hielo, un poco de sal, limón, tequila y refresco negro. Sigue siendo la preferida; jamás va a morir; si vendo 10 copas al día; seis son de tequileño”, dice Ayala.

Desaparece el restaurante

El cantinero de El Lido cuenta que, tras el fallecimiento del dueño de la cantina y luego de que sus hijos tomaran control del lugar, comenzaron a perderse las tradiciones que le dieron identidad. El restaurante, por ejemplo, dejó de operar hace 10 años, por lo que ahora sólo se cuenta con el bar.

“Aquí las puertas nunca tuvieron chapa pues se trabajaba las 24 horas; ahora no se sabe que va a ser de ese espacio”, agrega Ayala.

El mesero reconoce que le es muy grato ver como se han sucedido las generaciones y los clientes de antaño regresan al lugar, pero ahora con sus hijos y nietos. Eso es lo que lo ha mantenido a flote.

“Me ha tocado atender a nietos de los que venían hace años. Aquí se sentaban, pedían una botella y se estaban hasta tres o cuatro horas. Si les quedaba líquido, la marcaban y regresaban al otro día. Esto era un ambiente totalmente familiar”.

Quizás por eso Ayala lamenta que lugares como éste se encuentren a punto de desaparecer.

“Estamos ya en las últimas, no sé qué fin vaya a tener esto. Todo va cambiando y la nueva generación quiere ruido y ambiente. Aquí se viene con las parejas a platicar, es un sitio más tranquilo”, concluye.

da/i