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Ejército: como el cohetero

De los testimonios que hasta el momento he conocido de familiares de personas fallecidas o desaparecidas tras la explosión en Tlahuelilpan, Hidalgo, me llamó la atención el de un hombre entrevistado por Milenio Televisión –y transmitido ayer por los noticiarios de la mañana– que, además de estar en busca de un sobrino que no aparece y confesar que él estuvo en el lugar de los hechos y salió ileso, recriminó a los elementos del Ejército por haberlos dejado pasar sin problema y no detenerlos a la fuerza.

Identificado como “afectado”, el entrevistado declaró: “Yo también estuve ahí… yo me pude salir. Antes, gracias a Dios, me salí antes, y bueno… mis familiares no corrieron con esa suerte. Por ejemplo, llego yo, llego ahí, le digo al soldado del Ejército: ¿puedo pasar? Lo ven a uno con lo que lleva uno (bidones y cubetas), ¿verdad? Si usted es del Ejército, usted me va a decir: no, no pasas. De una u otra forma tengo que imponer mi ley y decir: no pasas y no pasas, ¿sale? Pero si yo soy del Ejército y digo: adelante, corre con tu propia vida o equis. Quiere decir, a mi entender, que dieron permiso…”.

Sin duda alguna que en medio de esta desgracia se encuentran los elementos del Ejército y de la Policía estatal de Hidalgo que se encontraban en el lugar y que hoy son condenados por unos, y justificados y comprendidos por otros. Pero creo que vale la pena poner atención en este punto porque quizás, también lamentablemente, podría no ser el último hecho similar que suceda y en donde los elementos de seguridad se enfrenten a la disyuntiva de qué hacer ante una turba como la que se apostó alrededor de esa fuga de gasolina.

He leído en redes sociales opiniones diversas: que más valían 100 o más detenidos que 60 y tantos muertos; que más valía se hubiesen enfrentado a la multitud, porque su obligación era evitar esa tragedia, y muchas opiniones similares. ¿Esto fue lo que debieron de haber hecho los elementos del Ejército y la Policía ahí apostados? ¿Acaso no era esa la encomienda que tenían al ser enviados a ese lugar?

Pero fríamente preguntemos: ¿actuar frente a una multitud que sin duda estaba dispuesta a hacer lo que fuera por llegar al ducto por donde a borbotones salía gasolina era tan fácil como escribir los “hubiera” que leímos en varias redes sociales? ¿Qué hubiera sucedido si los militares y policías hubiesen utilizado la fuerza para evitar que los vecinos del lugar llegaran hasta el ducto? ¿De qué estaríamos hablando hoy? ¿Sólo de detenidos y golpeados, sin que la turba hubiese logrado su propósito? ¿O estuviéramos lamentando algunas muertes, de una parte u otra, y además de que los civiles lograron su objetivo, al ser en número más que los elementos de seguridad, y además de muertos por una explosión que de acuerdo con las causas era imposible que no sucediera?

Ayer en la rueda de prensa –momentos antes de redactar estas líneas– se dio a conocer la cifra oficial de víctimas por esta desgracia: el número de fallecidos aumentó a 85 y de desaparecidos se mantenía en 67, mientras que se tenían 59 restos no identificados.

¿De veras pudo haberse evitado esta tragedia con la actuación al momento de los militares y policías ahí presentes? ¿O pudo haberse evitado si se hubiese actuado con celeridad y certeza desde el momento en que se cerró el ducto, entre la fuga y la explosión, con tiempo suficiente para enviar refuerzos?

Es cierto, los “hubiera” no existen, pero lo sucedido en Tlahuelilpan debe servirnos –a sociedad y gobierno– de experiencia para evitar –otra vez– tragedias como ésta, donde el hidrocarburo y el error humano son el principal protagonista y donde la participación de los elementos de seguridad, sean del Ejército o de las Policías, es de vital importancia, pero siempre sujetos al juicio de la sociedad.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I