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Dos decisiones públicas

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”. Así comienza el libro Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, en el que contrasta lo que estaba ocurriendo en Londres y en París en la época de Revolución francesa, y ese párrafo me evoca lo que ha ocurrido en Jalisco en estos días.

¿A qué me refiero? Por un lado, en un proceso sumamente cuidado, en el que se dialogó con las organizaciones ciudadanas interesadas, e involucrando a las autoridades responsables, se designó a la persona que se encargará de la Fiscalía para Personas Desparecidas en nuestro estado.

Hasta donde me fue posible enterarme, dicho proceso dejó una gran satisfacción en las personas que participaron en el mismo, pues permitió incorporar los diversos puntos de vista y elaborar un procedimiento que favoreció el que se designara para el puesto a una mujer con alta calificación técnica, y que le dará una relativa autonomía de gestión, porque su puesto se lo debe a su propia capacidad y no a un favor político. Un proceso de designación pública ejemplar y que atiende claramente a los principios de la gobernanza y del gobierno abierto.

Por otro lado, en un proceso sumamente cuestionado y cuestionable, el partido MC, aliado con el PRD, el PT y el PVEM, hizo pesar su mayoría y liquidó legalmente al Instituto Jalisciense de las Mujeres (IJM). El proceso fue cuestionado, porque las razones para desaparecer al IJM no fueron convincentes, pues las deficiencias que se le encontraban podían haberse resuelto asignando más y mejores recursos de todo tipo al instituto y, por el contrario, la figura que finalmente se creó probablemente no sólo no resuelva los síntomas señalados por el gobernador Enrique Alfaro, sino que podría sufrir de dolencias adicionales, como la pérdida de autonomía.

A lo anterior hay que agregar que no se llevó a cabo un diagnóstico serio, incluyente y participativo del IJM y sus resultados. Se excluyó a organizaciones que llevan muchos años trabajando para que ser mujer no sea pretexto para sufrir discriminación, agresión y violencia, y simplemente se empaquetó al instituto junto con otros organismos públicos descentralizados y se decidió su desaparición sin más.

El proceso de desaparición del IJM fue, además, cuestionable, porque, como lo documentó NTR Guadalajara, se argumentó falsamente que habría un aumento en la cantidad de presupuesto destinado a atender las funciones que llevaba a cabo el IJM al incorporarse sus facultades en una nueva secretaría, y por el contrario se eliminó una partida de un millón de pesos destinada a la alerta de violencia contra las mujeres, y dicho presupuesto se utilizará para pagar al salario del personal de la nueva organización, lo que es muy grave, dado el actual nivel de violencia contra las mujeres en Jalisco.

Adicionalmente, el proceso se llevó a cabo de una manera irregular, en términos democráticos, en una sesión que no se había puesto en la agenda, y se impidió el ingreso de personas al recinto legislativo para evitar que se manifestaran las mujeres que se oponían, con razón, a la desaparición del organismo que ayudaron a crear.

¿Qué puede explicar que se hayan dado dos procesos tan distintos, desde un mismo gobierno? La respuesta la podemos encontrar, probablemente, en las poblaciones beneficiarias. Por un lado, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y de los tres estudiantes de cine del Caav ha dado mucha legitimidad social a quienes pretenden resolver el problema de las personas desparecidas, mientras que, por el otro, al parecer en nuestra ciudad hay muchas personas con talante machista que ven mal que las mujeres hayan tomado tanto protagonismo y control sobre lo que les afecta.

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@albayardo

JJ/I