INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La sociedad organizada

A dos meses de tener nuevos gobiernos tanto en lo estatal como en lo federal, me parece que estamos ante situaciones inéditas, no solamente por el hecho de que son dos partidos diferentes al PRI y al PAN los que ahora ostentan el poder, sino porque este hecho se enmarca dentro de una nueva relación con la sociedad, en particular con aquellos sectores organizados de forma autónoma y que solemos llamar organismos no gubernamentales (ONG) o, de manera más genérica, sociedad civil.

En México, las estructuras de organización de los ciudadanos han tenido una historia compleja que se ha visto en particular complicada por su relación con el poder. Durante mucho tiempo los gobiernos las vieron con desconfianza, por lo que prefirieron anularlas por las buenas (cooptándolas y creando las bases del corporativismo) o por las malas (persiguiéndolas, proscribiéndolas o matando a sus líderes). A lo largo de la segunda mitad del siglo 20 fuimos testigos de ambos procesos: el cobijo de sindicatos independientes o de organizaciones como Antorcha Campesina que servían a los intereses del poder; o el ataque frontal a aquellas asociaciones que eran demasiado difusas o complicadas de controlar, como el caso de los médicos en los años sesenta o el movimiento estudiantil que ocurriría poco después.

Me parece que el 68 y poco tiempo después la terrible represión contra los grupos guerrilleros por parte del gobierno de Luis Echeverría atrofiaron durante años la habilidad de la sociedad para crear frentes comunes: en México se volvió peligroso protestar; la gente veía con desconfianza a aquél que se atreviera a levantar la voz, así fuera porque le cobraron de más en el supermercado. Se creó la cultura del silencio y de aceptar la voluntad desde el poder como si fuera algo inevitable.

No sería sino hasta las elecciones del ’88 que una vez más se generaría un proceso de rebelión ante el statu quo; yo considero que el cambio en el 2000 y el de ahora, en gran medida son herederos directos de este hito. En ese entonces, muchas organizaciones, incluyendo algunas que habían sido proscritas, como el Partido Comunista, formaron una gran alianza, el Frente Cardenista para la Reconstrucción Nacional para enfrentar la maquinaria avasallante del PRI. El PAN, hasta ese momento, había servido como una oposición cómoda, que luego aprendería el arte de las concertacesiones. Los grandes cambios políticos por los que atravesaría México tuvieron sus inicios aquí, sobre todo por la gran participación que hubo por parte de los votantes, que redescubrían el poder de las urnas; no fue extraño que doce años después, en el 2000, finalmente llegaría la tan deseada alternancia.

Pero el cambio no fue sólo político, sino que también la sociedad civil comenzó a reorganizarse y a exigir mayores libertades, por ejemplo, libertad de prensa y de expresión (aunque gobiernos posteriores trataron de vender la idea de que esas eran graciosas concesiones por parte de ellos); probablemente uno de los sexenios en los que hubo mayores avances en este sentido fue el de Zedillo. En estos casi 30 años hemos logrado mayores libertades, más espacios de participación política, como las candidaturas independientes (que después fueron pervertidas), una mayor rendición de cuentas y vigilancia ciudadana, y también, gracias a las nuevas tecnologías, foros virtuales en los que es más fácil hacerse escuchar (para bien y para mal).

Este es el escenario que enfrentan los nuevos gobiernos y ante el cual me parece que no están correctamente preparados; les cuesta trabajo entender que ya no es posible gobernar sin dar cuenta de aquello que se hace; los casos de la extinción del Instituto Jalisciense de las Mujeres o la desaparición del subsidio directo a las Estancias Infantiles lo demuestran claramente: no saben reaccionar ante la presión social y tienden a descalificarla; no entienden que hay una gran diversidad de voces y que la crítica a veces no procede de los enemigos.

[email protected]

da/i