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Cómo polarizar más al país con discursos políticos

¿Cómo están polarizando al país? ¿Cómo polarizar a Jalisco? ¿Cómo llevan al extremo las posturas políticas, ideológicas o de otro tipo para volverlas irreconciliables? ¿Cómo convierten las críticas en gasolina que incendia el clima político? ¿Cómo polarizan y, desde ahí, dan pasos que justifican la violencia en contra de quien piense, sienta o sea distinto? Las cinco preguntas son algunas de las que surgen al escuchar o leer debates en torno a los grandes temas del presente y futuro de la nación.

Que se discutan los asuntos de la agenda pública, que se analicen pros y contras, con información de calidad, con diferentes métodos de abordaje, es importante, necesario y saludable para la convivencia social. Debatir para encontrar coincidencias y acuerdos colectivos favorece la paz. El cómo se debate puede ser riesgoso. Una de las formas para tergiversar o manipular desde la óptica lingüística y que no abona a la búsqueda de consensos son las generalizaciones. No son las únicas, pero abundan en las permanentes polémicas del país. Por eso conviene conocer cómo se elaboran e identificarlas en los discursos, sea para confrontarlas o soslayarlas. Un buen debate es educativo. Un buen debate construye un discurso sin generalizaciones falsas.

En su dimensión lingüística, una generalización es un proceso a través del cual una experiencia específica, concreta es utilizada para representar toda una clase o todo un conjunto de experiencias. En su forma más simple las generalizaciones son patrones lingüísticos expresados con palabras como nunca, jamás, siempre, nadie o nada. O están presupuestos en afirmaciones como cada que o los artículos la o los, por ejemplo. En los actuales debates políticos las contienen frases como “todo lo que dice perengano es una estupidez”, “siempre mete la pata”, “los… son corruptos”, “cada que habla de tal cosa muestra su ignorancia”, “jamás había visto tanta ineptitud”, etcétera. El problema de las generalizaciones es que sólo dejan como opciones estar o no de acuerdo, simplifican con respuestas tajantes de un no o un sí asuntos que son complejos, y son propias de un pensamiento binario. Las generalizaciones falsas se confrontan con preguntas que incluyan la propia generalización o mediante contra ejemplos o excepciones a la afirmación, entre otras vías.

Las críticas pueden ser positivas cuando buscan con honestidad un cambio claro en favor de tal o cual percepción, idea o posible solución, con apertura del crítico y criticado a la escucha y a una probable modificación de postura; pero mal planteadas o formuladas conducen al conflicto sin salida y a la polarización. Y si están cargadas de hígado desatan respuestas iguales o más emocionales. La discusión se agudiza cuando quienes enjuician no distinguen entre el acto y la persona, entre el hecho y el protagonista del hecho. Una cosa es decir que “carece de fundamentos tu análisis” a señalar que “como analista eres un tonto”.

Las críticas y los conflictos políticos en México están, precisamente, repletos de discursos con juicios que generalizan. Hacen tabla rasa, lo que también podemos encontrar en decisiones gubernamentales o empresariales. En una discusión o debate los juicios generalizantes descalifican al que van dirigidos, pueden generar emociones negativas o violentas de quienes las reciben, son agresiones que no recurren a los improperios, exhiben la pobreza de las argumentaciones de quienes discuten un tema, muestran la intolerancia de los críticos, revelan posibles creencias dogmáticas y desnudan estructuras silvestres de pensamiento, de las que sus autores en ocasiones ni cuenta se dan.

Eduquemos nuestro juicio crítico de los discursos políticos. Cuando escuchemos en la calle, en las casas, en las oficinas o en medios informativos, o leamos en redes sociales los mensajes, identifiquemos las generalizaciones.

A quienes polarizan, sin importar cuáles sean sus creencias, su partido político o profesión, no les interesa escuchar. Desconfiemos de quienes opinan con falsas generalizaciones, investiguemos si tenemos dudas sobre esas afirmaciones, confrontemos si deseamos debatir o, también, dejemos de leerlos, de escucharlos o de reproducir sus equívocas percepciones. Por salud mental. Para aislar o reducir los discursos de la polarización. Para contribuir a la paz.

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JJ/I