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Aquí también hay Maduros

Toda proporción guardada con la reprobable experiencia que enfrentó Jorge Ramos en Venezuela frente a Nicolás Maduro –y que a final de cuentas son gajes del oficio al hacer periodismo–, en México y Jalisco se padece algo similar, no al encierro de periodistas en cuartos oscuros ni al decomiso de su equipo –afortunadamente no se ha llegado a eso–, pero sí a la intolerancia ante los cuestionamientos del reportero.

Su intolerancia fue lo que hizo explotar a Maduro ante los cuestionamientos del periodista de Univisión y provocó su iracunda reacción de desautorizar la transmisión de la entrevista, el decomiso –por no llamarle robo– de su equipo y el prácticamente secuestro de Ramos y su equipo que terminó al día siguiente con su expulsión de dicho país.

¿No es la intolerancia de nuestros gobernantes a la crítica, a los cuestionamientos incómodos, lo que ha provocado su enfrentamiento con los medios de comunicación y periodistas a los que inmediatamente llenan de calificativos y pretenden exhibirlos en la plaza pública como los enemigos de la cuarta transformación o de la refundación? ¿No es su intolerancia lo que ha generado que no pocos periodistas hayan sido despedidos de los medios en los que laboraban o que otros estén vetados por esos medios ante el temor de incomodar al gobernante, lo que por supuesto no habla bien de esos medios?

¿Qué diferencia hay entre el gobernante venezolano y los gobernantes en México en lo que respecta a su relación con los medios de comunicación, con los periodistas críticos, reitero: guardada toda proporción con los conflictos de aquel país y la actuación de Maduro? No encuentro ninguna pero sí mucha similitud en su conducta y actitud ante medios y periodistas que les son cómodos, sin que necesariamente tengan que estar a su disposición. Bueno, aunque a algunos hasta les ayudan a encontrar trabajo a veces a costa del trabajo de quienes les son incómodos.

Julio Scherer afirmó: “Al periodista lo avalan los hechos, sin ellos está perdido”, y son los hechos los que han sostenido los cuestionamientos y las opiniones críticas de medios y periodistas que han sido descalificados por nuestros gobernantes, que son bloqueados y vetados, además atacados y agredidos desde las redes sociales por los seguidores o simpatizantes, reales o ficticios, de quienes están en el poder.

En el libro de Héctor Aguilar Camín La guerra de Galio, Octavio Sala le dice a Carlos Vigil: “El periodismo no es más que la historia instantánea del pasado que pasa…”. Y esa historia que ya es pasado, pero que es una realidad –hechos y no inventos ni mentiras–, que el medio de comunicación o periodista le plantea a los gobernantes, es lo que les incomoda cuando esa historia no les es conveniente.

Hoy nuestros gobernantes no lo dicen abiertamente, no lo declaran a los cuatro vientos porque no tienen fundamento para comprobarlo, pero sí confiesan a sus cercanos aquello de que “lo que quieren es que les demos dinero”, y mandan aquel mensaje lopezportillista a los altos directivos de esos medios del “no te pago para que me pegues”.

Es cierto, la realidad cotidiana que vive Venezuela no es la que vivimos en México –a veces parece que vamos para allá– o en Jalisco, pero la intolerancia del gobernante de aquel país ante los medios de comunicación y periodistas críticos es la misma intolerancia de los nuestros. La intolerancia de los gobernantes ante la crítica no tiene nacionalidad, eso está más que demostrado, por supuesto, pero ¿por qué la tolerancia a la crítica no puede ser una de las principales características de la cuarta transformación o de la refundación? ¿La consideran una amenaza para satisfacer sus objetivos o ambiciones?

La verdad es que aquí en México y Jalisco hay muchos Jorges Ramos y algunos Maduros.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA

JJ/I