INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Venezuela: ¿solución democrática o guerra civil?

Las noticias que vienen del cono sur son alarmantes. El nivel de polarización alcanzado en la crisis política de Venezuela es tal, que hace casi imposible encontrarle al conflicto una solución que no sea la confrontación, que evite el enfrentamiento. Aunque el desencuentro (por llamarlo de alguna manera) entre las fuerzas políticas data de algunos lustros, los acontecimientos recientes –el inicio de un nuevo período de Maduro y la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino– han marcado un punto de no retorno. La actitud intervencionista de Estados Unidos, materializada en la persona del vicepresidente Mike Pence, lejos de mitigar las diferencias entre los venezolanos, solamente contribuyó a intensificar la discordia. Decir que el país se encuentra al borde de una guerra civil no es una figura retórica, sino desgraciadamente un reflejo de la realidad.

Es indiscutible que el régimen de Maduro enfrenta una severa crisis de gobernabilidad, cuyos primeros avisos datan desde la muerte del presidente Chávez y el cuestionado triunfo sobre el candidato opositor, en la contienda presidencial de abril de 2013. La derrota del partido oficialista en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 y la decisión de los legisladores de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en 2017, de impulsar un proceso de revocación de mandato al presidente Maduro provocó que éste convocara a una Asamblea Constituyente, integrada por legisladores afines al oficialismo, que derivó en la disolución, de facto, de la Asamblea Nacional. Ambas decisiones lastimaron profundamente al ya maltrecho andamiaje institucional. El remate vendría a raíz de su reelección, como resultado de las elecciones de mayo de 2018, escenificadas en un contexto de baja participación (46 por ciento) y con la ausencia de los grupos de oposición.

Calificado por los opositores como fraudulento el proceso y con un claro vacío internacional, la toma de protesta del 10 de enero fue el detonante para que Juan Guaidó, presidente de la asamblea, convocara a protestar contra el gobierno de Maduro el miércoles 23 de enero. Ese día, con el mensaje de apoyo del vicepresidente Pence, manifestaciones multitudinarias inundaron las calles de Caracas y de otras ciudades del país, que culminaron con la autoproclamación de Guaidó como “presidente encargado”.

Su reconocimiento por los Estados Unidos, el llamado Grupo Lima y varios países de la Unión Europea evidenció la magnitud de la fractura entre los venezolanos. A estas alturas resulta una misión casi imposible que las partes en pugna sean sensibles al llamado de dirimir el conflicto por la vía del diálogo, como lo sugieren México y Uruguay, que se ofrecen como intermediarios. También la ONU se ha pronunciado por una solución pacífica de la controversia y el mismo Grupo Lima, en declaraciones recientes, ha desestimado el uso de la fuerza. Son los Estados Unidos, a través de sus voceros Pence y Trump, los que amenazan con hacerla efectiva.

América Latina no ha sido inmune a la intervención política y/o militar de Estados Unidos. De mediados del siglo pasado a la fecha, el listado es abundante: Cuba (1952), Guatemala (1954), Nicaragua (1956), Cuba (1961), Brasil (1964), República Dominicana (1965), Guatemala (1966), Bolivia (1967), Uruguay y Chile (1973), Argentina (1976), El Salvador (1980), Granada (1983), Panamá (1989) y Venezuela (2002).

Los efectos desastrosos y criminales del intervencionismo norteamericano que han padecido varios países latinoamericanos, también ha dejado sus efectos en México. Hace pocos días se conmemoraba el asesinato del presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente Pino Suárez, derivado del golpe militar de Victoriano Huerta, orquestado en las entrañas de la legación norteamericana, con la participación activa de su embajador Henry Lane Wilson.

Si es verdad que la presidencia de Maduro resulta insostenible, también es cierto que el pueblo venezolano no admitirá un retroceso en los programas sociales establecidos por el régimen chavista. Más que un problema de libertades, lo que se aprecia en Venezuela es un conflicto de clases sociales. La superación del problema se enfrenta a un dilema: o una solución negociada por la vía democrática o una guerra civil con intervencionismo incluido.

@fracegon

JJ/I