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La mano de AMLO en el PRI

Es inadmisible que López Obrador haga uso de las mismas prácticas retrógradas de intimidación política, mediante la apertura de investigaciones judiciales y la difamación y escarnio públicos que antaño fueron usadas en su contra, para hoy, desde la presidencia de la República, minar la candidatura de José Narro Robles a la dirigencia nacional del PRI. Andrés Manuel pasó de ser víctima de este instrumento de anulación de críticos y opositores del régimen y de descarrilamiento de procesos políticos y sociales que le son inconvenientes al poder, a ser beneficiario y usuario de él.

Me explico. Leo Zuckermann documenta recientemente que el despegue definitivo de la candidatura de López Obrador en su segundo intento por alcanzar la presidencia, se presentó luego de que Peña Nieto decidiera sacar del camino, mediante una investigación judicial por presunto lavado de dinero, al candidato que estaba creciendo más en las encuestas: Ricardo Anaya. La candidatura de Anaya tenía tendencia al alza a principios de 2018, que de haber continuado seguramente habría vuelto la última elección presidencial una carrera de dos. Sin embargo, la cargada judicial y en medios de comunicación contra Anaya, lejos de favorecer a José Antonio Meade provocó la consolidación de López Obrador a la cabeza de las preferencias electorales y su eventual triunfo. Por ello, el irónico agradecimiento de López Obrador a Peña Nieto por “no intervenir en la elección presidencial”, debe entenderse en realidad como un tácito reconocimiento por haberle despejado el camino.

Ya como presidente, López Obrador, lejos de acabar con el abuso de poder en forma de persecuciones judiciales y campañas difamatorias, ha decidido renovarlo y aprovecharlo. La abierta amenaza a la candidatura a la dirigencia nacional del tricolor de José Narro, luego del evidente pacto entre una parte del PRI y López Obrador bajo la ilusión mutua de que cohabitarán el poder, es muestra de ello. El mensaje al exsecretario de salud es claro: el elector en el PRI soy yo y tú no eres mi candidato.

A López Obrador le atemoriza la llegada de José Narro al PRI. Sabe que sería veneno puro para su gobierno que una figura de esa talla se coloque en la escena nacional y genere un punto de referencia y contraste. El exrector de la UNAM es un hombre con ética y vocación de servicio incuestionable, acreditada eficacia en el ejercicio de sus responsabilidades públicas, capacidad de diálogo inteligente y de acuerdo político comprobada, preparación académica de altísimo nivel, excelente capacidad de comunicación y, sobre todo, trayectoria personal y política limpias. AMLO lo sabe y por ello decidió atacarlo arrojándole la más infame de las insidias, la sospecha de corrupción. ¡Calumnia que algo quedará!

Parece que los retrocesos en la vida política democrática mexicana no terminan de ocurrir. ¡Habrase visto! ¡Con tamaños problemas frente sí, el presidente prefiere entretenerse cargando los dados de la elección priísta! Señor presidente: ¿tanto miedo le tiene a Narro? ¿No es más urgente atender el imperativo que representa la resuelta incapacidad del secretario de salud, quien dice que el sistema va rumbo al desastre, que andar metido en la grilla partidista?

Por eso, en una época de precariedad en la discusión pública, de insultante homogeneidad en el aplauso acrítico a los dislates y ocurrencias del presidente y de preocupantes retrocesos en temas de derechos que se suponían ganados, se necesitan las cualidades personales, políticas y académicas que Narro posee de sobra para aportar método, inteligencia y altura de miras al debate político.

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JJ/I