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Yo acuso a la sociedad mexicana

¡Claro que la sociedad mexicana estaba harta, hartísima, de la escandalosa corrupción encabezada por el gobierno de Peña Nieto! Otra vez claro, clarísimo que el electorado se encontraba desesperado ante la ineficiencia de la anterior administración para combatir a la delincuencia, organizada o no, con todo el poder del Estado. Por supuesto que la insatisfacción se desbordó en razón de la imposición de una reforma fiscal suicida que privó a la nación de una parte gigantesca de sus ahorros que no se tradujeron en la inversión de obras de infraestructura ni en un palpable bienestar generalizado de la gente.

Obvio, por supuesto que no fue así: los gigantescos recursos extraídos a la sociedad se destinaron a gasto corriente o se desperdiciaron irresponsablemente a modo de un fraude imperdonable cometido en contra de los contribuyentes. ¿Más? Sí, aquí voy: se contrató deuda pública en términos suicidas para hipotecar el futuro de nuestros hijos, actitud antipatriótica que acabó por crispar a la colectividad mexicana medianamente informada que, al igual que la no informada, terminó por concurrir el 1 de julio pasado a las urnas, presa de un desquiciamiento emocional que obnubiló la razón de la inmensa mayoría de los mexicanos.

La justificada furia en contra de los bandidos, la desazón y la frustración ante el flagelo de la inseguridad pública, el atentado social originado en el desperdicio de los recursos públicos, la patética quiebra de la oposición encabezada por el PRI, la incapacidad del PAN para hacer una propuesta creíble y convincente condujeron a los electores a un callejón sin salida: no al PRI, no al PAN, no a la a la chiquillería integrada en otros partidos: votarían por el candidato de Morena y por sus legisladores a puestos de elección popular a nivel estatal y federal, sin olvidar a los gobernadores en cualquier cantidad sin considerar sus antecedentes políticos. De pronto, México se volvió a convertir en el país de un solo hombre, en el que no cuentan las instituciones ni se respeta la separación de poderes ni la impunidad ni el poder absoluto que contamina absolutamente.

Acuso a la sociedad mexicana porque si bien pudo votar en sus aflicciones por AMLO, nunca, en su incontrolable ira, debería haber sufragado tumultuariamente por Morena, instituto político que hoy controla al H. Congreso de la Unión. ¿Votar por AMLO? Sí, tenía acaparadas las encuestas, pero acabar y destruir en las urnas los contrapesos políticos indispensables en toda democracia equivalió a disparar toda una cartuchera en las sienes de la patria.

¿Por qué volver a poner en manos de un solo hombre todos las facultades propias del Estado mexicano, en lugar de repartir el poder entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, sin olvidar las abiertas intenciones de AMLO de hacerse también, por la vía de los hechos, del Judicial para hacer de su gobierno una dictadura?

Chávez tenía su programa Aló, presidente y AMLO, sus mañaneras; Chávez vendió toda la flotilla de aviones porque era incompatible un gobierno rico con pueblo pobre y AMLO emuló la decisión; Chávez detonó su guerra en contra del neoliberalismo tal y como lo hace AMLO; Chávez creó una Guardia Nacional, objetivo que copia AMLO con todas sus letras; Chávez canceló proyectos y empresas privadas y AMLO hace lo propio con el NAICM, así como otros múltiples proyectos energéticos; Chávez tomó el control del Poder Judicial con el pretexto de la corrupción, objetivo que a todas luces persigue AMLO sobre la base de crear un Tribunal Constitucional con facultades superiores a la Corte de Justicia; Chávez propuso la revocación de su mandato a la mitad del periodo presidencial y AMLO decidió hacer lo mismo; Chávez impuso un proyecto político amoroso, cristiano, humanístico y bolivariano, y AMLO propone una constitución moral y un perdón universal para todo tipo de delincuentes; Chávez decidió repotenciar la industria petrolera y expulsar el capital privado de su estructura financiera y AMLO difirió indefinidamente las rondas petroleras y canceló eficientes estructuras de energía eólica en el sureste mexicano; ambos adoraban el beisbol…

Lo anterior es conocido por una buena parte de los mexicanos, como sin duda lo es el entierro de más de 200 mil millones de pesos en el NAICM, además de otros 130 mil millones de pagos a los acreedores para indemnizarlos por un aeropuerto que no se va a construir.

El electorado sabe de la cancelación de los subsidios para las estancias infantiles, de los refugios para mujeres golpeadas y de la desaparición de los comedores comunitarios; debe estar informado que en diciembre pasado cientos de miles de mexicanos perdieron su empleo, de la misma forma en que asistimos a la fuga de capitales; no puede ignorar el éxodo de inversión extranjera a otras latitudes ni la depresión del crecimiento económico, entre otros daños mayores, y sin embargo, a la sociedad mexicana no le bastó con volver al país de un solo hombre, sin que, a pesar de las absurdas decisiones tomadas por AMLO y por su partido político, su popularidad ha aumentado en términos imprevisibles. A más desastre económico, más alta es la popularidad del presidente. ¿Cómo entenderlo? Por todo ello acuso la sociedad mexicana de la catástrofe que viene en el entendido que no existen las culpas absolutas. ¿Dónde termina la culpa de AMLO y comienza la del electorado que aplaude el desastre al grito de muera la inteligencia?

JJ/I