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Los cálidos recuerdos de El Polo Norte


Son pocas, muy contadas, las empresas de Guadalajara que han logrado mantenerse en pie por muchos años sin variar la calidad y el prestigio que las hizo famosas. Sobrevivir en un mundo comercial cada vez más competido no es tarea fácil, pero si el trabajo se hace con pasión y amor, el éxito está prácticamente garantizado.

Éste es el caso de la nevería El Polo Norte, una compañía tapatía con 112 años de vida, que ha deleitado los paladares más exigentes de los jaliscienses desde 1907, fecha en que su fundador, Jesús Pérez Serrano, decidió emprender un proyecto que años más tarde se convertiría en un referente en la ciudad si de nieve de garrafa se trata.

La historia de esta emblemática nevería, comenzó en la calle San Felipe, muy cerca del Centro Histórico de Guadalajara. Todo inició con una oferta de nieve de sólo cuatro sabores: vainilla, fresa, nuez y limón.

Así de simple; una suerte de aventura que al paso del tiempo se consolidaría como un ícono de la nieve artesanal, pero también como punto insignia de la ciudad.

El lugar, describe Erika Pérez, integrante de la quinta generación de esta empresa, “era pequeño, pero grande de espíritu. Al fondo, un par de hieleras de tres mesas a ambos lados, todas impecablemente blancas. Se accedía a un mostrador donde estaban las garrafas con la nieve más rica de la ciudad. Los clientes llegaban hasta el fondo del pequeño local para apreciar el proceso de elaboración de la nieve que más tarde degustarían”.

La tradición de El Polo Norte no sólo tiene que ver con la exquisitez de sus nieves, sino con lo que en aquellos años, principios del siglo pasado, enmarcaba el ir a visitar este lugar.

Los domingos, los novios salían de misa del templo de San Felipe Neri y acudían a tomar un refrigerio.

De hecho, acudir a El Polo Norte se convirtió en una moda de la época, y familias enteras crecieron con la nevería como un referente dominical o sabatino de cada semana.

¿La receta del éxito? Una nieve especial cuyo proceso de elaboración se hacía a mano.

Después de muchos años, el negocio se trasladó a la Avenida México, a donde se llevó su fama de ícono d la ciudad.

Actualmente El Polo Norte sigue administrado por la familia, y su sabor y calidad se mantienen desde hace más de 100 años.

“Nunca hemos mermado en calidad, siempre hemos procurado las frutas naturales de la mejor calidad y somos cuidadosos de mantener siempre lo mejor para nuestros clientes”, explica Erika.

Actualmente la competencia es mucha, y es algo que motiva a El Polo Norte a seguir innovando. Hoy en día, esta firma tapatía ofrece una gran diversidad de sabores, dadas las demandas del cliente, al igual que le obligó a abrir una sucursal más, la ubicada en Paseos del Sol.

Una delicia hecha a mano

La nieve de garrafa no tiene nada qué ver con lo que comúnmente se conoce como helado, señala enfática Erika Pérez, al marcar la amplia diferencia que existe entre un helado común y una nieve artesanal.

“Un helado está hecho a con base de helado, conservadores, sabores artificiales; no tiene nada que ver con nuestra nieve, que es todo natural y de la mejor calidad siempre”.

El proceso que imprime El Polo Norte en cada una de sus nieves se concentra en una elaboración 100 por ciento artesanal y hecha a mano. Los ingredientes: leche bronca, fruta y azúcar, adicionado al “toque secreto” que la firma tapatía pone en cada una de sus garrafas.

Vueltas y más vueltas a la garrafa, inmersa en hielo y con el producto líquido vertido en ella. Así, hasta que la mano del hombre o artesano, empieza a crear la consistencia de hielo y hacer así, la mejor nieve de la ciudad.

Lo que inició con sólo cuatro sabores, hoy se extendió a más de 40, siendo el infaltable y más exitoso el de vainilla, aunque con la temporada, se producen nuevos sabores, de acuerdo a la fruta de la estación del año.

da/i