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Desinformar, un acto de violencia política

La desinformación de asuntos de interés colectivo es la continuación de la política sucia por otros medios, si parafraseamos a Carl von Clausewitz. O, mejor, la desinformación es una de las estrategias políticas usadas para atacar con saña a los adversarios o enemigos y sus círculos. Los nazis probaron la eficacia de repetir una mentira muchas veces hasta convertirla en verdad en la mente de otros. Convirtieron la desinformación en propagada política.

Desinformar es contrario a la paz. La desinformación es enemiga de la paz, al polarizar y generar condiciones que legitiman violencias físicas. En un contexto de crisis, es arrojar gasolina al fuego para incendiar un país. Desinformar acerca de temas de interés colectivo es un acto de violencia política. Es manipular información, tergiversarla, inventarla, para imponer opiniones o saciar ansias de poder, personal, grupal o institucional. Es mentir con tal de ganar adeptos o ideologizar. Desinformar es agredir la inteligencia, la buena fe, la ingenuidad o la falta de formación de los destinatarios de los mensajes.

La desinformación puede no sólo ser gubernamental y abarcar distintas personas o grupos. Se genera de manera intencional cuando el promotor considera que su causa justifica los medios. Cuando ante la falta de argumentos se recurre a la difamación, la descalificación o las acusaciones con base en información engañosa. Entonces, el emisor falsea datos, inventa declaraciones, tuerce historias, altera imágenes, disfraza acontecimientos. Lo comprobamos diario en las redes sociales atizadas por personas y máquinas. A desinformar contribuye el encubridor anonimato de la impunidad.

También se desinforma por ignorancia. Sucede cuando una persona difunde o replica información inexacta, descontextualizada, sin calidad, pero que da por fidedigna. Otra abundante forma de desinformar es opinar sin bases o sustento, cuando se afirma algo con un raciocinio limitado, quizá hasta sin consciencia de lo que se asevera. No saben que no saben. Vociferan. Cuando prevalecen desahogos emocionales, resentimientos sociales, más que juicios fundamentados. Leemos o escuchamos a quienes opinan de todo como si fueran expertos de todo, desde economía petrolera hasta política internacional. Sus juicios desinformados, obvio, desinforman. No obstante, habrá que respetar su libertad de expresión… y dejar de seguirlos en las redes. Aislarlos.

El que desinforma como estrategia política o como militante político de una causa se autojustifica. Construye su narrativa. No encuentra problemas éticos o morales en desinformar. Incluso el desinformador puede autoconcebirse como un valiente, un cruzado, un iluminado que hace el bien o un vocero de tal o cual causa política; lo que considera que es el bien. Es un fundamentalista. No escucha. La autocrítica no existe. La verdad informativa no importa. En una mente con pensamientos moralistas todo es posible.

Los poetas saben que las palabras no son neutrales. La información tampoco es neutral. Detrás existe una forma de mirar, reflexionar y actuar en el mundo. En los tiempos actuales desinformar es tener la capacidad tecnológica de dañar al reproducir infamias y falsedades millones de veces. En una confrontación de cualquier tipo, militar, política o de otro tipo, numerosos actores manipulan la información. En México lo padecemos diario. No es novedoso, pero sí más visible y creciente. Si el debate público se concibe como una guerra, lo primero que se asesina es la verdad.

El derecho humano a la información debería ser el derecho a la información de calidad, la cual es vapuleada desde sitios públicos o privados. Seguir la opinión lúcida de especialistas, académicos o periodistas confiables, de medios interesados en ofrecer información de calidad, y aprender a investigar, analizar y contrastar información en distintas fuentes son algunas opciones para nadar en el océano de la desinformación.

También es útil conocer cómo el ser humano construye sus percepciones y enfoques sobre su entorno. El sistema educativo mexicano tiene como asignatura pendiente formar en la recepción crítica de información de interés público. Porque en la era de la desinformación deliberada y masiva, lo mejor es educarnos para no ser víctimas ni promotores de una práctica política perversa, inhumana y cruel.

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JJ/I