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Lagos de Moreno, ¿contento?

'FOCO ROJO'. La violencia en Lagos de Moreno no es nueva, ya existía, sólo trataba de ocultarse.

“Yo te puedo decir: las personas están contentas y me consta, yo he estado ahí”, aseguró el comisario de Seguridad del Estado, Alejandro Vázquez, en rueda de prensa el martes, mientras se refería a la situación en la que se encuentra Lagos de Moreno. Tal declaración corresponde a alguien que sólo se paseó por las oficinas de gobierno y le preguntó a aquéllos que miran desde la ventana. Si se hubiese atrevido a salir sin una escolta, sin un vehículo blindado, sin la protección que le brinda el Estado, sería testigo de que el taxista, la marchanta, el estudiante, el albañil, el tendero, el bolero, el laguense promedio no tiene garantizada la vida tras salir de su casa.

En Lagos de Moreno las cosas no están tranquilas, la dinámica social (aunque quiera aparentarse lo contrario) no es la de un Pueblo Mágico de candiles y vendedores de algodón de azúcar; las colonias que desde hace varios años han sido nombradas como conflictivas o con altos índices delictivos: Cañada de Ricos, Cristeros, Cuesta Blanca, El Barrio del Panteón, San Miguel, El Calvario, entre tantas otras localizadas en la zona urbana y cercana a la cabecera municipal, son testigos de una violencia que para ellos ya existía, pero que había tratado de disimularse: asaltos, robos a casa habitación, narcomenudeo, levantones, desapariciones, homicidios, omisión por parte de la autoridad, miedo e inseguridad.

Ahora los laguenses lo saben, ahora el estado lo sabe, ahora el país lo sabe.

Las estadísticas del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) ubican a Lagos de Moreno como el lugar número uno dentro de los ocho municipios de la región con más muertes violentas u homicidios registrados durante 2015. Es decir, 22 autopsias por homicidios respecto a las cuatro que se realizaron en Encarnación de Díaz, las dos que llevaron a cabo tanto en Ojuelos como en San Juan de los Lagos y Unión de San Antonio, y la realizada en Villa Hidalgo. Es decir, 33 autopsias por homicidios en total dentro de los Altos Norte de Jalisco. Habrá que precisar además que en toda la región los homicidios constituyeron 15 por ciento del total de las causas de muerte, mientras que en Lagos de Moreno representaban 20 por ciento.

 Lamentablemente, en dos meses las cifras ya esbozan un repunte doloroso y significativo. De acuerdo con las estadísticas del IJCF, durante los dos primeros meses del año los homicidios ya representan 63 por ciento de las causas de muerte en el municipio, es decir, 14 decesos violentos de los 22 que guardan las bases de datos. En contraste, en toda la región Altos Norte los asesinatos constituyen 38 por ciento en el mismo periodo.

Para las comunidades de la zona rural no ha sido diferente: El Chipinque de Arriba, Comanja de Corona, El puesto, La Sauceda y sus brechas se han visto vulneradas por los enfrentamientos armados, la localización de cuerpos calcinados y campamentos del crimen organizado, las fosas clandestinas, los mensajes, las amenazas, los ajustes de cuentas, el fuego cruzado. Quienes viven ahí no dudan en asegurar que su terruño se ha convertido en un pueblo sin ley. Durante los últimos años han vivido entre la zozobra y el silencio, aguardando el sonido de las balas, el olor a pólvora y el ir y venir de camionetas y de esos hombres desconocidos que un día llegaron para atrincherarse en la zona serrana de Lagos.

Podemos asegurar sin temor a equivocarnos que el “aquí no pasa nada” se encuentra fuera del contexto diario de las comunidades, aunque lamentablemente se ha convertido también en un rezo frecuente, en la excusa perfecta para enfrentar una realidad que han normalizado o en verdad temen.

“El aquí todo tranquilo”, el “todo está bien” se equiparan con el “aquí no entra la Policía”, “aquí sólo los estatales, los federales y el Ejército”, con “el mejor no le contesto”, con el “tenemos miedo”. Lamentablemente, la inserción de grupos del crimen organizado a estas comunidades, al municipio entero, ha dejado a sus habitantes a expensas de la complicidad ciega del miedo, la indefensión de las autoridades y la mirada lejana de quienes prefieren no visitarnos.

 

HJ/I