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Luchan por ofrecer una alternativa social

CONTANTE. Una moneda social es una herramienta creada para poder facilitar intercambios tanto de productos como de servicios o de conocimientos. (Foto: Cortesía)

En un entorno de crisis, consumo a ultranza, casos frecuentes de explotación laboral y desigualdad creciente, los promotores de la economía solidaria mantienen desde hace alrededor de un lustro su lucha por ofrecer una alternativa. 

La economía social no basa sus relaciones comerciales en las tradicionales transacciones financieras (por ejemplo, el pago de una cantidad de dinero por recibir un servicio), sino en métodos como el trueque, las empresas y monedas sociales, los bancos de tiempo y el intercambio de conocimientos.

En Jalisco, especialmente en la Zona Metropolitana de Guadalajara, existen varios ejemplos. Por ejemplo, la Red de Economía Solidaria es un grupo de entusiastas que impulsa proyectos como el tianguis del trueque –en el que participantes intercambian productos acordando el valor de cada uno de ellos en el momento– y el banco del tiempo –un intercambio de servicios del tipo de una clase de guitarra de una hora por el mismo lapso de pasear a un perro–.

Lo mismo Incuba Social, una incubadora de empresas sociales –compañías rentables que generen una contribución a su entorno y no sólo a sus dueños o accionistas– que nació con el apoyo del ayuntamiento de Zapopan y que ahora operan como una fundación. 

O el trueque agroecológico, que se realiza de forma itinerante en parques públicos y en los que se intercambian plantas y semillas, y se enseña a la gente sobre temas como el cultivo de huertos y el uso de plantas medicinales.

Una opción

El concepto de economía solidaria engloba una amplia variedad de experiencias y prácticas, explicó José Guillermo Díaz Muñoz, profesor investigador del Centro de Investigación y Formación Social del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).

En un contexto de crisis del capitalismo, provocada por un modelo neoliberal en el que se privilegia al mercado y las ganancias sobre la igualdad social, el académico del ITESO ve en el modelo solidario una alternativa para superar las contradicciones y problemáticas de ese sistema económico.

“Las economías solidarias son realmente una alternativa ante un capitalismo salvaje y sus graves consecuencias (…). Estas economías son emergentes y nos dicen que sí hay una salida y, ante la crisis actual, son realmente alternativas”, dijo.

Pese al respaldo que se le ha dado a esas iniciativas en naciones como Brasil, Argentina y los países miembros de la Unión Europea, el gobierno de México no le ha ofrecido el apoyo suficiente a los modelos de economía solidaria, debido al gran apego que se le tiene al libre mercado y sus políticas públicas que tienden a favorecer a las grandes transnacionales, afirmó.

“Vivimos en un modelo neoliberal, donde se le da una preeminencia absoluta al libre mercado. Los subsidios que puedan tener los sectores populares y los más atrasados de la economía, por ejemplo, los rurales, indígenas e incluso los urbano-populares, son una muleta que debe ser sustraída para los gobiernos”, señaló Díaz Muñoz.

En México, el organismo oficial que apoya a las redes y organismos de economía solidaria es el Instituto Nacional de la Economía Social (Inaes). Sin embargo, a decir de Díaz Muñoz, los recursos con los que trabaja este organismo, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), son “nada significativos”.

“Estamos generando un mal doble discurso: el práctico, generando subsidios muy importantes a las empresas transnacionales y, por otro lado, regateamos los estímulos a las empresas alternativas y sectores solidarios. Hay muy poco apoyo nacional a la economía solidaria, que va a contracorriente de lo que es el modelo dominante”, sentenció el especialista.

Cambiar los fundamentos

Para el coordinador de la Red de Economía Solidaria, Eduardo Enrique Aguilar, este movimiento es una respuesta diferente a una crisis que ha generado, según él, “niveles de desigualdad nunca vistos en la historia”.

Considera que la economía solidaria maneja valores como la cooperación, la solidaridad, la equidad y la reciprocidad, mediante la adopción de sistemas como los bancos de tiempo, cooperativas, y empresas sociales.

“(La economía solidaria) pretende cambiar los fundamentos del sistema capitalista y su vertiente neoliberal, que es la de apropiación y explotación del trabajo. El trabajo y el intercambio se ven de otra manera, bajo el esquema ganar-ganar, a diferencia de la suma cero: yo gano y tú pierdes”, explicó.

Aguilar considera que la economía solidaria es un proyecto sociopolítico enfocado hacia las comunidades y, en el caso específico de Guadalajara, ha tenido un notable crecimiento en el último lustro.

“Está fortaleciéndose. Hace 5 años, era muy poco lo que había, y ahora hay muchas iniciativas de economía solidaria”, aseguró.

Gustavo Acosta, fundador de Incuba Social, explicó que la economía solidaria es una forma de ver la economía no como un modelo para generar ganancias, sino para incrementar la felicidad y el bienestar de los individuos, preservar los bienes materiales o cuidar los usos y costumbres de los pueblos originarios.

“El corazón del planeta está dominado por la economía y las finanzas, y la sociedad y el medio ambiente son cuestiones secundarias o superficiales, cuando nuestro modelo debe enfocarse a lo segundo”, expuso.

“Esto no ha sucedido, en buena medida, por cómo se enseñan los negocios en las propias escuelas, donde se enseña que el éxito va ligado al PIB (producto interno bruto), al crecimiento económico de las empresas”.

La economía solidaria, según Acosta, “no toma decisiones por valor económico, sino a largo plazo, con una economía circular que no genere desechos, que tenga un mejor trato con la ciudadanía, y con un sostenimiento de la empresa a futuro”, dijo.

Las tendencias

Para el investigador Guillermo Díaz Muñoz, la economía solidaria tiene en estos momentos tres tendencias, que dependen de sus objetivos y su grado de oposición al sistema imperante:

a) Las economías sociales, que ven al capitalismo como una posibilidad a mejorar.

“Buscan un capitalismo de rostro humano, que modere sus excesos, que palie las consecuencias y genere una serie de alternativas que dialoguen con el capitalismo, y darle una esencia no tan brutal ni tan salvaje”.

b) La empresa no capitalista, que pretende alternativas de transición hacia otro sistema económico y social, que no es posible construir en este momento.

“Hablan de que es necesario transformar el Estado, la economía y el sistema político, y de generar mejores condiciones sociales para que haya mayor inclusión, equidad, igualdad, etcétera”.

c) Tendencia radical y antisistémica, en la que los grupos no quieren tener nada que ver con el capitalismo, y sus canales de distribución y comercialización se dan por afuera de los intercambios tradicionales.

“Este tipo de iniciativas no quieren nada con el Estado, ya que piensan que está cooptado por las grandes corporaciones, los intereses políticos y los grupos fácticos, por lo que no hay otra opción que construir algo totalmente diferente”.

 

DN/I