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Ciencia y Fe 3

“En el trabajo de Anselmo y Abelardo y de sus contemporáneos afines, podemos ver los ingredientes de una confrontación entre fe y razón”

David C. Lindberg, ‘The beginnings of the Western Science’, The University of Chicago Press, Chicago y Londres (2007)

 

 

Si bien para muchas personas la noción que pueden tener de la Edad Media es –en general– de un período esencialmente oscurantista, o al menos apartado de la intención por conocer y entender el mundo natural, es cuando se configuran los elementos característicos que permitirán llegar a una concepción moderna de la ciencia.

Quien fuera profesor emérito en la Universidad de Wisconsin-Madison, el Dr. David C. Lindberg (1935-2015), discute acerca de los borrosos límites cronológicos de tal período a la vez que descarta el calificativo oscurantista entre los historiadores profesionales y nos relata las aportaciones de Anselmo de Bec y Canterbury (1033-1109), canonizado en 1494 y nombrado doctor de la iglesia en 1720, quien originó el argumento ontológico de la existencia de dios al aplicar el método filosófico a las doctrinas teológicas; y Pedro Abelardo (circa 1079-circa 1142) quien extendió el programa racionalista iniciado por Anselmo –aunque es mejor recordado por su relación con la hija de su maestro, Héloïse llevada a la pantalla por Jacques Trébouta (1973)– y en su libro Sic et non contrapone citas de autoridades de la iglesia en contradicción con temas de la teología cristiana, abonando a la pregunta de si los métodos racionales empleados en la escuela (lógica, filosofía natural y derecho) son aplicables a la teología.

Pedro Abelardo nos deja en su Historia calamitatum (1132) una peculiar autobiografía, en la que relata su aprendizaje bajo otro Anselmo (de Laon, fallecido en 1117) de quien nos dice: “que tenía un notable dominio de la lengua, pero era despreciable con respecto al significado y carente de sentido”, y de ahí al racionalismo dialéctico.

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