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Con canciones y llanto despiden a Pepe Martínez


“Si algo lo caracterizó fue esa alegría, así que ¡échenle conmigo!”, dijo Rosario Martínez invitando al público a seguir con las palmas al mariachi, que entonaba las coplas de esa canción de José Alfredo Jiménez, Canta, canta, canta. Con micrófono en mano se acercó al ataúd que contenía el cuerpo de su padre, Pepe Martínez, y empezó a cantarle, como si la estuviera escuchando.

“Si quieres que me arranque el corazón y ponga junto a ti mis sentimientos, espera que termine mi canción ya sabes que yo cumplo un juramento, acuérdate que siempre te adoré, no dejes que me muera en mi pobreza, si todo lo que tuve se me fue, si tú también te vas, me lleva la tristeza”, entonó al mismo tiempo que acercaba su rostro al vidrio intentando sobrepasarlo y tocar, otra vez, el rostro de su padre.

Por momentos la voz se entrecortó y el nudo en la garganta hizo de la suyas, pero Rosario se aferró al micrófono, volteó a ver a José, su hermano, y esbozando una sonrisa siguió con la serenata a su padre.

En el Teatro Degollado, ayer se vivió un torbellino de emociones. Por un lado, la tristeza de perder a un ícono del mariachi, y por el otro, la alegría de las composiciones y arreglos que hizo a canciones que hoy en día no pueden faltar  en la música mexicana y que hicieron más llevadera la pérdida.

Al centro del escenario, las notas de los violines, el arpa, las guitarras y trompetas despidieron a un grande del mariachi que regresó a su Jalisco para pisar, por última vez, el recinto que por años fue testigo de su crecimiento profesional, su humanismo, su amor por la música y sus bromas.

José Martínez Barajas, fundador del Mariachi Vargas de Tecalitlán, entró al Degollado como los grandes. Mientras su féretro subía al escenario, se proyectaron fotos de él con la sonrisa que siempre lo caracterizó y ataviado con el traje de mariachi y al hombro su violín.

Sus cuatro hijos y su esposa subieron a recibirlo y agradecieron las muestras de apoyo y de cariño hacia su padre, al que Rosario calificó como un ser mágico.

“Fue un hombre que siempre se entregó, que siempre dio sin esperar nada a cambio. Ayer (domingo) no teníamos contemplado avisarle a su papi que tiene 105 años de edad y hoy (lunes) en la mañana, me acaba de decir mi tía que pues fue a visitarlo, fue a ver a su padre y a avisarle que ya había muerto. Mi padre siempre fue un ser mágico”, dijo.

La alegría del mariachi y las anécdotas hacían que, por momentos, la gente olvidara el dolor que causó la muerte de don Pepe, pero apenas cesaban las risas, las lágrimas rodaban por el rostro de los familiares y amigos que acudieron a despedirlo.

Rosario no fue la única de sus cuatro hijos que subieron al escenario, también lo hizo Javier, quien tomó uno de los violines del Mariachi Nuevo Sol y cantó a su padre con la voz entrecortada.

Por cuatro horas, los mariachis no dejaron de cantar. Uno a uno despidieron al que consideraron su maestro, su amigo, su confidente, a esa persona que con una palmada en la espalda o un apretón en el hombro hacía sentir que todo estaba bien y que cualquier problema tenía solución.

A las 12 horas, don Pepe Martínez dejó el Teatro Degollado, escenario que, según su hijo José, llegó a pisar más de tres veces por año.

Su cuerpo salió rumbo a la Catedral de Guadalajara, donde se colocaron todas las coronas de flores que mandaron artistas, políticos y amigos.

Ahí, el Mariachi Nuevo Tecalitlán lo despidió entontando los cánticos religiosos de la misa de cuerpo presente. Al terminar, don Pepe hizo su último recorrido en Guadalajara para ser cremado.

“Y ya, nos vamos a México, ahí donde todos vivimos, la familia vive en una misma colonia y en el templo de ahí van a estar las cenizas de mi padre”, apuntó Rosario.

 

Querido

A don Pepe Martínez lo acompañaron sus cuatro hijos, su esposa y 10 de sus 11 nietos, pues uno tuvo que quedarse en la Ciudad de México. El gobernador Aristóteles Sandoval Díaz no asistió al homenaje, pero sí envió una corona de flores. La secretaria de Cultura, Miriam Vachez Plagnol, estuvo en el Teatro Degollado y también asistió a la misa

 

EH/I