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Elefantes blancos

Hace tiempo que la idea de construir más teatros o museos se ha cuestionado en diversas partes del mundo. Se cuestiona su pertinencia, perfil, viabilidad, ubicación y sobre todo su uso.

En el caso de los museos la discusión pasa desde por el tipo de obra que exhibirá hasta por las cualidades arquitectónicas acordes para albergarla. En el caso de los teatros o espacios escénicos, la vocación del recinto así como el tipo de espectáculos que contendrá, el tipo de actividades que promoverá y en raras ocasiones, las características del público que asistirá.

. Ahí tenemos el ejemplo de reciente apertura del Museo del Barroco en Puebla, diseñado por el premio Pritzker Toyo Ito, pero construido por el Grupo Higa –cuyo propietario es Juan Armando Hinojosa Cantú el mismo, sí, el mismo que participó en el escándalo de corrupción de la Casa Blanca del Presidente Enrique Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera–, con un valor de más de mil 742 millones de pesos sin incluir el terreno donde se encuentra. Este elefante blanco, al no contar con un acervo propio, tuvo que recurrir a vaciar museos, templos, casas de cultura y colecciones privadas. Y si bien es cierto que actualmente los museos no se reducen únicamente a sus acervos, sí son la parte medular que articula un discurso que posteriormente se socializa a través de distintas herramientas o plataformas de mediación. 

Ahí está también el Centro Nacional de las Artes, por mencionar otro ejemplo.

Lo que la burocracia y los gobiernos no se enteran es que el desarrollo artístico y cultural en México se ha diversificado más allá de las bellas artes y sus contenedores.  El cruce entre disciplinas artísticas y campos de conocimiento ha desbordado no sólo las maneras en las que se piensa y se articulan estos cruces, sino también los modos en los que se representa y se acciona y por qué agentes.

Hay que seguir pensándolo y discutiéndolo. No más. Mejor.

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