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La selva Lacandona, una voz de alerta

En mayo Guadalajara tuvo el privilegio de ser sede de la primera presentación pública a nivel nacional del libro Conservación y desarrollo sustentable en la selva Lacandona, editado por Julia Carabias, Javier de la Maza y Rosaura Cadena, en el marco de la Semana de la Biodiversidad, organizada por el Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

La primera y última oraciones en las 694 páginas de este libro describen su esencia: “Uno de los mayores retos que enfrenta las sociedades humanas es evitar la pérdida de la biodiversidad de la que somos parte”. “La selva Lacandona es para México, aunque no acaben de reconocerlo plenamente el gobierno ni la sociedad, la porción del país más valiosa por su naturaleza; cuidarla y protegerla es una responsabilidad de los mexicanos, para con nosotros mismos, para con el mundo y para con los que aún no han llegado”.

El libro se contextualiza por el gran problema de deterioro ambiental que a escala global nos afecta a todos los países por la desforestación y pérdida de hábitats silvestres, la contaminación de agua, suelos y aire, y el cambio climático; y concluye con un ejemplo específico, netamente mexicano, y además con un regaño tanto al gobierno como a una sociedad que prefiere ignorar las implicaciones sociales y ecológicas de sus prácticas de consumo destructivo marcado por un ambiente de injusticia, corrupción e impunidad.

En sus 36 capítulos con 136 figuras, 57 cuadros, 53 recuadros y ocho apéndices, un total de 61 autores contribuyen desde su área de especialidad a comprender la realidad y las contradicciones del trópico mexicano, ejemplificado por la selva Lacandona. Se presenta una visión muy crítica del modelo actual de desarrollo nacional y global, cuyo costo no se limita a la destrucción de más de dos terceras partes de los ecosistemas de esta región de Chiapas, sino que también se manifiesta por la descomposición del tejido social regional y el incremento generalizado de la pobreza, los conflictos permanentes entre comunidades y la desigualdad.

La selva Lacandona se conserva en la Reserva de la Biósfera Montes Azules, que alberga una de cada cuatro especies de los mamíferos de México y casi cinco de cada 10 especies de aves del país. Cubriendo una porción importante de la cuenca del río Usumacinta, el más caudaloso del país, es indiscutible el valor ecológico estratégico de esta región Lacandona de Chiapas.

Pero en esta zona los programas de desarrollo “…han ido y venido; la falta de continuidad, la nula asesoría técnica, aunada a la extendida corrupción, han dejado siempre en el abandono a los ejidatarios, quienes han perdido su riqueza natural sin haber podido prosperar. Así han quedado abandonadas las plantaciones de cacao, las de hule, y de especies maderables; los escasos permisos forestales otorgados para extracción de maderas preciosas… se convirtieron en saqueo que llevó casi al exterminio a estas especies de la zona”.

El libro documenta el daño a la selva Lacandona y a sus habitantes causado por “… las intensas presiones económicas y sociales originadas por políticas equivocadas, que no han considerado criterios ambientales ni el bienestar de las poblaciones humanas; por procesos desordenados de ocupación territorial; por falta de desarrollo y fomento de tecnologías amigables con el medio ambiente; por incumplimiento de la ley; por ruptura de estructuras tradicionales de gobierno y desintegración del tejido social local; por aislamiento; por malos servicios de educación y salud…. Que provocaron la destrucción de extensas superficies de los ecosistemas naturales…” y la disminución de los servicios ambientales.

Todo esto ha mantenido a la población local por decenas de años en la pobreza. Se demuestra que la destrucción de la selva no ha mejorado la calidad de vida de sus habitantes, sino más bien la ha empeorado.

Pero el trabajo no se limita a documentar y cuantificar los procesos que han causado el deterioro socio-ecológico de la zona, también nos ofrece esperanza en las experiencias que han sido exitosas. Este proyecto impulsado por Carabias y sus colegas nos comparte cifras alentadoras donde los programas de desarrollo social comunitario, con apoyos de dependencias federales como Conafor, lograron casi triplicar los ingresos de familias campesinas pobres mediante actividades agropecuarias, artesanales, ecoturísticas y de protección del bosque, y esto a su vez tuvo como repercusión disminuir la tasa de pérdida de cobertura vegetal por 40 por ciento.

La lectura nos deja con la reflexión de que los retos son grandes y se requiere visión, voluntad y compromiso tanto a nivel local de la sociedad civil como de instituciones gubernamentales sectoriales como la Conanp, Conafor, Sagarpa y Sedesol, así como sus contrapartes a niveles estatales, para que apliquen sus programas y proyectos de forma coordinada, y no de forma aislada contraponiéndose unos a otros.

El fortalecer la organización local de las poblaciones rurales y lograr la integralidad de programas en un mismo territorio y en una misma comunidad, pero adaptándose a las particularidades culturales, socio-políticas y ecológicas de cada región es parte de la clave del éxito.

Estimulante, crítico e indignante pueden ser algunos de los adjetivos de este libro que, aun mostrando la triste realidad, no mata el deseo de los lectores para trabajar por una sociedad más justa que disfrute de una naturaleza saludable y hermosa.

Coordinador Museo de Ciencias Ambientales, Centro Cultural Universitario, UdeG

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