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Drones y cámaras vigilan al tiburón ballena

Investigación. De los 126 ejemplares que llegaron al golfo de California en 2015, 56 por ciento sufrió golpes por embarcaciones. (Foto: Conacyt)

El pez más grande del mundo, el tiburón ballena, constituye un importante recurso ecológico, turístico y económico para las penínsulas de Baja California y Yucatán. Sin embargo, desde julio de 2016 esta emblemática especie ya es parte de la lista roja de las especies en peligro de extinción, publicada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

La principal amenaza para este enorme animal es la pérdida de hábitat, la destrucción de manglares –ecosistemas donde se generan los nutrientes para su alimentación– y la pesca indiscriminada.

Por ello, el proyecto Tiburón Ballena México, dirigido por la bióloga Dení Ramírez Macías e impulsado por la organización sin fines de lucro ConCiencia México, busca analizar el comportamiento de la especie ante la presencia de embarcaciones turísticas y nadadores.

“Lo que queremos con este proyecto es obtener datos no invasivos del comportamiento del tiburón, para ello utilizamos cámaras en las aletas dorsales del animal y drones para filmar desde el aire”, explicó la investigadora.

En México, la caza directa no es un gran problema, y gracias al potencial turístico de las actividades de observación y nado con tiburón ballena se ha generalizado la concepción de que vale más un ejemplar vivo que uno muerto. Incluso, algunas comunidades en el Caribe y en Baja California subsisten de esta especie, comentó la investigadora.

Pero las actividades turísticas mal manejadas también pueden afectar a este enorme pez. Las propelas de las embarcaciones de observación y nado pueden ocasionar graves lesiones en estos animales e incluso perturbarlos en forma tal que modifiquen su comportamiento.

Conservación del gran pez

El tiburón ballena, a pesar de poseer hasta 300 hileras de dientes, se alimenta de plancton, huevos de peces y pescados muy pequeños. Los sitios donde este pez encuentra alimento son zonas tan ricas en nutrientes que muchas especies convergen en la misma región. Es por esto que al conservar el hábitat del tiburón ballena se estará conservando también el hogar de mantas gigantes, tortugas, delfines y otras especies, explicó Dení Ramírez.

Además de traer beneficios ecológicos, conservar esta especie constituye una oportunidad de aprovechar económicamente un recurso natural. Por ejemplo, tan sólo en 2015 se calculó una derrama económica de 23 millones 300 mil pesos para la ciudad de La Paz por actividades turísticas relacionadas con este pez, detalló la investigadora.

Sin embargo, los datos del proyecto Tiburón Ballena México arrojaron que de los 126 ejemplares que llegaron al golfo de California ese mismo año, 56 por ciento fueron lastimados por embarcaciones que les ocasionaron roces y cortes profundos con las propelas.

Para armonizar el aprovechamiento económico con la conservación, la organización WWF (del inglés World Wildlife Fund) intenta divulgar la importancia de las buenas prácticas turísticas para el cuidado del gran pez, y apoya el proyecto dirigido por Dení Ramírez para investigar otra consecuencia menos observable: el cambio en el comportamiento del tiburón ballena por la presencia del turismo.

Procedimiento de vigilancia

La bióloga en conservación narró que colocar las cámaras a los tiburones fue todo un reto. Se hicieron ensayos con distintas pinzas para enganchar el equipo de filmación, pero los tiburones reaccionaban girando bruscamente y tirando la pinza. Fue necesaria la construcción y prueba de tres prototipos hasta encontrar el que no generara una respuesta adversa en los animales.

“Cuando logramos colocar las cámaras correctamente, los tiburones se convirtieron en camarógrafos. Y aunque el trabajo para lograr el prototipo adecuado duró toda la temporada, ahora tenemos la herramienta apropiada para en la siguiente migración observar cómo el tiburón interactúa con otras especies, con los turistas y obtener otros datos sobre su ecología”.

El análisis con drones estuvo basado en el etograma de comportamiento, es decir, se registró el comportamiento del tiburón solo y se comparó con el comportamiento del tiburón con embarcaciones y nadadores. Lo que se buscó fue registrar si el tiburón dejó de comer, buceó, cambió de dirección o nadó más rápido debido a la presencia de turistas.

Mediante el esfuerzo de muestreo se logró analizar el comportamiento de 30 ejemplares de tiburón ballena mientras se alimentaban y el de 90 cuando no se encontraban comiendo.

Los resultados arrojaron que 22 por ciento de los tiburones que no estaban alimentándose reaccionó a la presencia de embarcaciones, la mitad de ellos lo hizo cambiando su dirección de nado y la otra mitad buceando al detectar la presencia del barco o lancha.

En cuanto a la reacción ante los nadadores, 60 por ciento de los animales respondió a su presencia, ya sea buceando, evadiendo a los nadadores o cambiando de dirección.

En el grupo de los tiburones que se encontraban comiendo hubo un cese en la alimentación en 100 por ciento de los encuentros entre el animal y la embarcación o el turista. Del total de analizados, 11 por ciento de los ejemplares, además de interrumpir la ingesta, se sumergió ante la presencia de embarcaciones, y 44 por ciento lo hizo ante la presencia de nadadores.

Tiburón Ballena México lleva 12 años estudiando este enorme animal acuático y pretende seguir su proyecto de conservación y educación de las comunidades locales.

Turismo de bajo impacto

En Los puntos más importantes para proteger al tiburón ballena y disfrutar de la interacción con el animal son: respetar la distancia entre el animal y la embarcación y no nadar frente al ejemplar ni tocarlo, detalló la bióloga Dení Ramírez Macías.

Recalcó que estos animales no merecen ser heridos y que los turistas deben estar informados de las medidas para evitarlo. Por ejemplo, deben contratar los servicios sólo de las embarcaciones con banderín de autorización, saber que las embarcaciones privadas tienen prohibido acercarse a más de 15 metros, que las altas velocidades están prohibidas, al igual que atravesarse en el camino de un tiburón.

Para evitar colisiones sólo se permite una embarcación por tiburón, la cual debe acercarse a baja velocidad y en paralelo a una distancia máxima de 5 metros.

“Las afecciones al tiburón ballena ocasionadas por la actividad turística pueden minimizarse si se siguen las reglas establecidas para una buena práctica turística y los programas nacionales de manejo establecidos por la Semarnat (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales)”, puntualizó Dení Ramírez.

 

DN/I