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Las deudas de la Línea Tres

Desde que empezó el derribo de tres mil 294 árboles de Zapopan, Guadalajara y Tlaquepaque a finales de 2015 para liberar espacio a lo que serán los viaductos elevados y subterráneo de la Línea Tres, ¿le han informado cómo les fue a los 768 que se trasplantaron? ¿O qué pasó con los casi 20 mil arbolitos que donaron las constructoras para “compensar” las áreas verdes?

El de los árboles es sólo un aspecto de los tantos que competen a la Línea Tres, porque la lista de temas es amplia: el relleno del hoyanco con material inerte extraído de la obra, impacto a los mantos freáticos del centro con el viaducto subterráneo, manejo de residuos peligrosos y los polvos que aportan PM10 a la atmósfera, entre otros varios.

¿Recuerda la última vez que recibió información relacionada? Probablemente le venga a la mente alguna que otra nota periodística sobre todo de los árboles, que fue lo más sonado hace más de un año y medio, pero no es que usted esté distraído o temas como el gasolinazo o Trump hayan acaparado toda la atención, sino que las autoridades han decidido hacer caso omiso a sus obligaciones.

Dar información actualizada de todos los aspectos ya mencionados no es un favor del Sistema de Tren Eléctrico Urbano o la SCT hacia los ciudadanos, es una obligación expresa en la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) de la obra, que a su vez generó otro documento con especificaciones concretas sobre esta serie de requisitos.

Existe un oficio denominado Programa de Comunicación Ambiental Para la Socialización de Obras y Acciones en Materia Ambiental de la Línea Tres, donde expresamente se indica que derivado de la MIA se deben implementar dos rutas permanentes de información actualizada: una hacia los ciudadanos y otra hacia el sector académico y profesional.

Para los ciudadanos ordena la generación de folletos, trípticos muy gráficos y spots en radio y televisión en las horas con mayor audiencia para informar sobre los avances de la obra y las medidas de mitigación al impacto ambiental que generó. ¿Cuántos comerciales ha escuchado o folletos ha recibido diciéndole la cantidad de árboles que se han plantado, o cuántos mantos freáticos se van a perforar y cómo se va a minimizar su daño?

Para el sector académico y profesional se acordó organizar foros cada seis meses para informar y retroalimentarse sobre los métodos de mitigación de los diferentes impactos ambientales, qué están haciendo bien y qué están haciendo mal se suponía era el espíritu de estos encuentros, que irían acompañados con la publicación de boletines que respaldaran lo platicado en los encuentros.

Como el documento se publicó en febrero de 2015 y su calendario de actividades precisa organizar estos foros en mayo y noviembre de cada año, a estas alturas de la obra deberíamos llevar cuatro e igual número de boletines. ¿Dónde están?, ¿cuántos académicos han participado y qué señalamientos hicieron? No hubo tales.

Entonces, ¿qué nos ha dejado el tren ligero hasta ahora? Una plancha de concreto elevado y uno subterráneo, impactando mantos freáticos, a lo largo de 22 kilómetros. El caso de los tramos elevados se ha traducido en islas de calor, donde además la maquinaria presente aporta gases y polvos (PM10): no se pueden erradicar tres mil 294 árboles de una ciudad sin esperar que no repercuta en la atmósfera.

La Línea Tres se nos vendió como un proyecto de avanzada cuya bandera sería la transparencia y un impecable manejo ambiental; a casi dos años del inicio de las obras, estos derechos brillan por su incumplimiento.

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