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El sello de la administración Trump

El pasado viernes tuvo lugar la toma de protesta de Donald Trump como el nuevo presidente de los Estados Unidos. Su discurso inaugural estuvo marcado por un mensaje que repitió hasta el cansancio para asegurarse de que fuera bien registrado. Hoy es el día que se le retira el poder a Washington y se le regresa al pueblo norteamericano, dijo una y otra vez.

Dicho de una forma y luego de otra, Trump se encargó de dejar muy claro que ese será el sello de su administración. Devolverle el poder a la gente. Esa declaración trae consigo algunos supuestos implícitos, a los que no hizo mención de forma directa durante su discurso, pero que vale la pena visibilizar y discutir.

El primer supuesto y en alguna medida el más obvio es que, hasta el viernes, el poder no residía en el pueblo. Este supuesto se contradice a sí mismo porque hasta donde recuerdo Trump ganó la presidencia a través de unas elecciones libres en las que los votantes norteamericanos lo eligieron para el puesto. Si el poder no estaba en el pueblo sino que residía en Washington entonces no me queda claro cómo es que llegó a la presidencia. Si el poder estaba en Washington y no en el pueblo, entonces debió ganar Clinton, ¿cierto?

El segundo supuesto del sello de la administración Trump es una postura de juicios de valor, casi filosófica, en el sentido de que el hecho de que el poder resida en el gobierno es malo, no deseable. Por ello, lo correcto, lo deseable, es quitarle el poder al gobierno y entregárselo al pueblo. Pero esta postura asume que no se puede tener un mejor gobierno que el los norteamericanos tenían hasta el viernes. Lo da por perdido, lo desecha, y en lugar de trabajar para mejorar el gobierno y que represente de mejor manera los intereses de sus ciudadanos, lo descarta.

Un tercer supuesto es que entre menos gobierno y entre más sociedad civil exista, es mejor. Esta también es una postura filosófica y de juicios de valor. Dado que un gobierno con poder es malo, entonces el gobierno de Trump será uno que se retraiga y le de más autonomía a la sociedad para tomar sus propias decisiones. Esto en principio suena bien, nadie se opondría a una sociedad con mayores libertades para tomar sus propias decisiones.

Sin embargo, esta postura falla en reconocer que la sociedad norteamericana no es una sociedad igualitaria. Por el contrario, Estados Unidos sufre de una terrible desigualdad histórica entre los grupos de la sociedad en que se integra. En tales condiciones de desventaja de unos grupos frente a otros, una sociedad con mayores libertades de ninguna manera va a conducir a una sociedad más equitativa. Estados Unidos vive tiempos en que necesita de un gobierno fuerte, con autoridad para repartir de una forma más justa las rebanadas del pastel que el país produce.

Por último, si en verdad Trump le va a devolver el poder al pueblo entonces debería escuchar a las cientos de miles de personas que marcharon el sábado a lo largo y ancho de su país. La marcha fue para protestar contra la retórica de los mensajes políticos durante las pasadas elecciones, que insultó, demonizó y amenazó a un considerable número de minorías en los Estados Unidos. Veamos cómo reacciona Trump ante la marcha de las mujeres y en qué medida honrará su mensaje inaugural.

*Coordinador de Investigación del Laboratorio de Innovación Democrática

@davlogar

 

DN/I