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Nadie parecía cadáver

Era 1922, el compositor estadounidense Aaron Copland tenía 22 años y vivía en París.

La película que proyectaban esa noche era Nosferatu, de F. W. Murneau.

Era la sensación del momento. Había sido estrenada en Berlín con la partitura orquestal de Hans Erdmann, y venía cargada con el mensaje de lo devastadora que era la guerra.

Así que fue a verla con su amigo Harold Clurman, pretendiente a escritor que terminó como actor y director de teatro.

Y sobre todo, Copland fue a verla con la mente en otro sitio, distraído porque llevaba días intentando encontrar la estructura narrativa para un ballet.

Al salir de la función, supo que Nosferatu sería el esqueleto de ese ballet, y su amigo, el guionista.

Se pusieron a trabajar y titularon la obra Le Nécromancien.

Era un ballet de un acto y de 35 minutos en el que el conde Orlock, protagonista de Nosferatu, sería adaptado como mago en lugar de vampiro.

Era el mago Grogh, que tenía el poder de devolver la vida a los muertos.

Para el ballet sería suficiente con que reviviera sólo a dos cadáveres: el de una joven prostituta y el de un joven adicto al opio.

Ese era el guión.

Y para la música, su intención no era hacer algo tenebroso sino fantástico.

Así que incluyó ritmos modernos y disonancias derivadas del jazz.

Todo con la ayuda de su maestra Nadia Bulanger.

Así, su composición fue cobrando vida como cadáver saliendo de su ataúd.

Tanto, que cambiaría los arreglos de la introducción Cortège Macabre para convertirla en una obra completa para orquesta, dos arpas y piano.

La estrenó en 1925 en el Eastman Philharmonia de Rochester, y con ello iniciaron sus reconocimientos como compositor.

Al final, el único problema fue que ni Copland ni Clurman tuvieron, ni consiguieron, una compañía de danza con la cual llevar a cabo el proyecto.

Quizá fue culpa de su inocencia de artistas, de jóvenes o de ambas.

Así que el ballet Le Nécromancien, más tarde renombrado como Grogh, nunca se presentó.

A la fecha.

Lo que sí ocurrió es que Aaron Copland (1900-1990) inició una de las más reconocidas carreras.

Entre sus composiciones existe otra obra bastante peculiar: El Salón México.

Se inspiró en su visita a ese famoso lugar de la Ciudad de México.

Copland dijo que no le inspiraba la música del lugar, pero sí su alma: ahí nadie, nadie, parecía cadáver.

@los21fosfenos