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Tras las huellas de Julio Cortázar

RINCONES. London City es uno de los cafés más tradicionales de la capital argentina y es ahí donde el autor solía escribir. (Foto: Notimex)

Una plaza, un par de bares y una exposición permanente son las huellas del escritor argentino Julio Cortázar que sus admiradores pueden seguir en Buenos Aires.

La capital argentina bien podría crear la ruta Cortázar, porque admiradores de diversos países buscan señales del autor de Rayuela, Historias de famas y cronopios y Final de juego, entre muchos otros clásicos de la literatura latinoamericana.

Un discreto cartel anuncia la Plazoleta Julio Cortázar en el centro del Barrio de Palermo, un lugar rodeado de bares y restaurantes, epicentro de las agitadas noches porteñas.

De día, la plaza es invadida por niños que van a jugar al sube y baja, la resbaladilla y el columpio, pero es evidente la ausencia de una rayuela (el avión), el juego que convoca a avanzar hacia el cielo a puro salto.

También en Palermo, pero en la esquina de Medrano y Cabrera, se encuentra el Café Cortázar que invita a un menú literario y que permite leer obras del autor que están a disposición de los clientes.

Ahí sí, la rayuela que identifica la obra de Cortázar está plasmada en una de las paredes, pero la exhibición es amplia e incluye fotografías, collages, dibujos, poemas y citas del escritor.

Éste es el primer y hasta ahora el único bar temático de la obra de Cortázar y a tono con su espíritu lúdico, ofrece las ensaladas rayuela (arúgula, champiñones, salmón ahumado, palta y queso crema) y la Maga (arúgula y espinaca, croutones, salmón, queso parmesano y nueces).

Otras especialidades de la casa son el café Cortázar, que incluye ron, crema y canela; el café Julio, con anís, crema y canela, y los premios, al que se agrega una barra de chocolate.

Ya en pleno centro de Buenos Aires, en la esquina de avenida de Mayo y Florida se puede encontrar a un Cortázar maduro, de barba y bigote, sentado al lado de una ventana, con un puro en la mano y un café en su mesa.

Se trata de una escultura de tamaño natural instalada en el London City, uno de los cafés más tradicionales de Buenos Aires y en donde Cortázar solía escribir.

El autor es omnipresente, ya que su rostro y su historia rodean a los clientes a través de fotos, pósters y retratos colgados en las paredes.

Más delante de la calle Florida, exactamente en el número 165, aparece la Galería Güemes que Cortázar inmortalizó en su cuento El otro cielo al unirla mágicamente con una galería parisina.

Los fanáticos de Cortázar también pueden encontrarlo en el primer piso de la librería El Ateneo del microcentro, que rescató la muestra Presencias que se inauguró en 2004.

En las paredes asoman imágenes del niño Cortázar que en 1914 nació accidentalmente en Bruselas y que en los años 50 se fue a radicar a París, pero que siempre proclamó y defendió su argentinidad.

Su biografía está detalla desde su infancia en Buenos Aires hasta su pasión por el jazz, el cine, los gatos y el boxeo, sus mujeres y su muerte, ocurrida en 1984 en la capital francesa.

 

HJ/I