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VIDEO: Darle vida al vidrio, el objetivo de Dolores

Zepeda trabaja día a día con un soplete que emite una llama de una temperatura superior a los mil 800 grados centígrados. (Foto: Mónika Neufeld)

Una cicatriz en el brazo derecho es un recordatorio para no perder la concentración. Trabajar con fuego y con vidrio es peligroso.

En una pequeña mesa hay más de cuatro decenas de varas de vidrio. Algunas son tan gruesas como el dedo gordo de la mano y otras tan delgadas como un palillo. Hay desde transparentes hasta negras, pasando por el azul, el verde, amarillo y naranja.

En un horno de barro, con la leyenda “No tocar”, un soplete eleva la temperatura. El vidrio comienza a prepararse para su transformación en arte.

Al frente de la mesa, Dolores Zepeda cubre sus ojos con unos lentes grandes y gruesos que llevan protección a los lados. A la altura de su pecho, pegado en el borde el mueble, hay otro soplete que emite una llama delgada y azul que tiene una temperatura superior a los mil 800 grados, suficiente para fundir el vidrio.

En su mano derecha sostiene la vara que será transformada en un animal, una flor, un corazón o cualquier otro objeto que la mente pueda imaginar; en la izquierda, la que dará el color y los detalles.

“No se puede uno desconcentrar, el vidrio, para que se pueda moldear, estirar, aplastar, debe estar muy caliente y si no se templa bien o se trabaja correctamente, se puede reventar y es ahí cuando suceden los accidentes o no ves dónde está la llama y te quemas”, lamenta mientras ve la cicatriz.

Zepeda, junto con otra decena de artesanos de Tlaquepaque, exhibe su trabajo en el Jardín Hidalgo, en el Centro del municipio.

Su habilidad atrae la atención de todos. Sus manos se mueven con gran habilidad y en menos de 5 minutos logra transportar del celular a su mesa una figura de un tiburón redondo que una joven le solicitó.

Copió cada detalle. La forma, la boca abierta, las orejas, los ojos y hasta los dientes que quedaron como pequeños triángulos picudos.

Luego, toma una barra blanca y empieza a juntar sus manos una y otra vez sin sacar el vidrio del fuego. En segundos, agarra unas pinzas para dar forma y textura a lo que será la cola y alas de la cacatúa que está creando. Con gran habilidad y sin miedos sube y baja el vidrio fundido hasta lograr un penacho perfecto.

“Se ve fácil, pero a ver, hazlo”, reta Adolfo a Sandra, su novia, quien observa admirada el trabajo de Zepeda.

Labor diaria

En su catálogo de creaciones hay más de 700 modelos y un par de técnicas, por ejemplo, tiene colibríes que los hace con vidrio transparente, pero les da color con pintura de vitral.

“Lo que me pidan hago, hay cosas con las que no tengo práctica, pero si me traen una foto lo puedo hacer”, afirma.

En el Jardín Hidalgo no sólo se exhibe y comercializa la artesanía producto de la fundición del vidrio, sino también otras técnicas como la arcilla, bisutería, chaquira y vitrales, talleres que se pueden encontrar en la Casa del Artesano y que dan vida e identidad a San Pedro Tlaquepaque.

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EH