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Mi Parque Alcalde, el nuevo Michin

Pasé gran parte de mi infancia de puertas abiertas en la calle Pedro Loza 834. En este domicilio, varias décadas atrás, mis padres tenían su negocio familiar al que le dedicaban todas sus horas de la semana laboral, incluyendo los sábados. Los recuerdo siempre atendiendo una gran cantidad de clientes que venían de pueblos distintos cercanos o no a Guadalajara,  que semana a semana hacían parada obligada para surtirse. Mis hermanos y yo crecimos corriendo entre racks, probadores y cajas, escuchando pláticas entre desconocidos que se volvían rápidamente familiares por aquello que tenían en común: un punto de encuentro que los congregara. De aquel local que se dedicaba a la compra-venta de ropa salieron varias amistades y rostros que aún tengo grabados con nitidez en la memoria. 

Con el paso del tiempo, el local de venta de ropa de mis padres, a mis hermanos y a mí nos aburría. Nuestra  curiosidad sin peligros callejeros de violencia nos picaba más allá de la puerta para desbordarse a la calle.

Así fue como comenzamos a ingeniar excursiones a la vuelta de la manzana que incluían la fábrica de jabones Sánchez y Martín, que estaba justo enfrente, pero también el Colegio Reforma, a una cuadra, donde mi madre había cursado sus estudios. Parada obligada la tiendita de abarrotes. Y por supuesto, a la vuelta, el Parque Alcalde.  De eso hace más de 30 años.

El Parque Alcalde era un lugar que invitaba a la convivencia. Ahí las familias tenían un espacio de reunión y recreación al aire libre. En esos tiempos cuando el mayor peligro que era la sentencia de nuestros padres de fijarnos muy bien al atravesar la calle. Teníamos obviamente prohibido cruzar cualquier avenida.

Lamenté cómo, con el paso de los años, mis padres dejaron ese negocio y yo fui creciendo y al volver a la zona tiempo después se había convertido en algo deprimente. Un sitio desolado, peligroso, donde incluso en un par de veces vivimos la violencia de primera mano, lo que nunca en muchos años de mi infancia sucedió.

La recuperación de espacios públicos en esta ciudad para la convivencia familiar es muy necesaria. Esperemos que la reciente apertura del nuevo Acuario Michi sea un factor detonante para nuevos recuerdos comunes y familiares. Yo, por lo pronto, lo celebro.

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