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La increíble y triste historia de la tragedia de Puerto Príncipe

(Foto: Especial)

Pocas son las veces que el representativo mexicano de futbol ha quedado fuera de la fase final de un Mundial. Cuatro en total son las eliminaciones del Tricolor.

Pocas en realidad, tomando en cuenta que ha estado en el resto de los 16 que se han realizado desde 1930.

Sin embargo, tomando en cuenta el nivel futbolístico y las circunstancias de los rivales de la zona de Concacaf comparado con la estructura del futbol mexicano, el no clasificar siempre se ha considerado un fracaso.

Las catástrofes se han registrado previo a la Copa del Mundo de Italia 1934, Francia 1938, Alemania 1974 a España 1982, son estas dos últimas las eliminatorias más recordadas con amargura.

Y cuando México se enfrenta a Trinidad y Tobago en calidad de visitante, es imposible no evocar la derrota en aquella fase de eliminatoria que los habría de clasificar sin dificultades al certamen de Alemania 74.

La caída de 4-0 en Puerto Príncipe provocó su eliminación ante el asombro del gremio futbolístico mexicano, porque después de 1938 se pensaba que no había adversarios más capaces en la zona de Concacaf, integrada por países que, en varios casos, tenían una estructura amateur.

El entorno de aquella derrota dejó lecciones, pero también una serie de historias que rayan en lo inverosímil, pero que son dignas de no olvidar.

Rumbo al precipicio

Tras la actuación destacada de México como sede mundialista en 1970, al llegar por primera vez a Cuartos de Final, la lógica indicaba que daría pasos hacia delante en su proceso de madurez.

Pero la Federación Mexicana de Futbol era una guerra de intereses y pugnas por el poder en el que también se dieron concesiones en Concacaf, por lo que accedieron a que por primera vez se jugara la eliminatoria en una sola sede y no a visita recíproca, como se lleva a cabo en la actualidad. El lugar elegido fue Puerto Príncipe, Haití.

Pese a tal decisión, no se consideraba que el pase a Alemania estuviera en riesgo. Si el futbol mexicano y sus jugadores eran más competentes, no había de qué preocuparse.

Los nervios comenzaron a presentarse desde la preparación en la que el Tricolor, dirigido por Javier de la Torre, generaba dudas en su accionar ante rivales en apariencia más inferiores.

Pese a todo, la confianza entre el técnico y sus jugadores no disminuía. Tan es así, que antes de viajar a Haití, luego de empatar con Veracruz en un partido amistoso, se relajaron en las playas jarochas y por la noche tuvieron una cena de despedida.

Y mientras De la Torre y referentes como Javier Kalimán Guzmán, Manuel Lapuente y Enrique Borja trataban de minimizar los resultados, la prensa mexicana cuestionaba el pobre funcionamiento, y sus críticas se fortalecieron con la aguda observación del técnico de la selección de Haití, Antoine Tassy: “Es la peor selección mexicana que he visto”.

El embrujo haitiano

El optimismo desbordado, o al menos el que intentaba trasmitir la selección mexicana, fue perdiendo fuerza al llegar a territorio de Haití por las condiciones adversas que les presentaron.

Al equipo no se le permitió entrenar en el estadio sede Sylvio Cator, y debieron hacer sus ejercicios improvisados con un trote alrededor de la alberca del hotel de concentración, y trasladarse a una escuela municipal con una cancha en mal estado.

A pocos días del debut, de manera extraña, al portero titular Ignacio Calderón le explotó en el brazo la botella de refresco y un pequeño cristal se le enterró en el brazo, lo cual lo dejó fuera; el segundo guardameta, Rafael Puente, sufrió una torcedura en el cuello, y Borja, Ricardo Chavarín y Héctor Pulido se lesionaron, lo que alimentó la versión de que algunos brujos le habían hecho vudú a los jugadores. Al no haber más porteros, solo quedó recurrir al tercero que era Héctor Brambila como único guardameta, esperando que tampoco sufriera un hechizo.

Con tal panorama, México empató sus dos primeros partidos ante Guatemala y Honduras, pero la victoria de 8-0 sobre Antillas Holandesas revivió la esperanza.

Sus resultados lo obligaban a ganarle a Trinidad y Tobago. El 14 de diciembre de 1973 quedará marcado por siempre, como la noche en que El Gigante de Concacaf caía por 4-0 y era eliminado.

La derrota y sus causas permanecen como una lección de que en el futbol no hay enemigo pequeño, y que los gigantes también se desmoronan.

 

HJ