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El abandono de un bombero forestal

Se llama Gildardo de Jesús Fregoso Dueñas, tiene 50 años y durante la temporada de incendios trabaja como bombero forestal en la Brigada Occidental II, con sede en Atenguillo, Jalisco. Al atardecer del martes 21 de marzo se encontraba combatiendo un evento en el municipio de Mascota, específicamente en el lugar conocido como La Virgencita.

En el curso del operativo, Gildardo perdió el equilibrio en una ladera y rodó pendiente abajo una distancia aproximada a 15 metros, de los cuales los dos últimos fueron de caída libre, que le provocaron lesiones de extrema gravedad. Fue rescatado por sus compañeros brigadistas y conducido al Centro Médico Nacional de Occidente, en donde fue intervenido quirúrgicamente al día siguiente. El diagnóstico es brutal. En él se advierte la posibilidad de quedar parapléjico. En estos momentos se encuentra bajo un coma inducido.

Para quienes habitamos la Zona Metropolitana de Guadalajara, el tema de los incendios forestales cuando mucho llega a constituir una referencia lejana, a menos de que, como sucedió hace algunos años, las llamas en algunos sectores del bosque La Primavera se conviertan en un espectáculo claramente visible desde el sur-poniente de la ciudad.

De menor interés resulta conocer al detalle las vicisitudes que enfrentan los brigadistas forestales que se encargan de combatirlos. De entrada hay que decir que se trata de uno de los oficios más peligrosos, en los que en cada intervención los brigadistas se juegan literalmente la vida.

Por otra parte hay que decir que los brigadistas constituyen el valladar entre la embestida del fuego y la supervivencia de nuestros recursos forestales y, en su caso, de nuestros bienes patrimoniales. Su papel en la preservación de un medio ambiente sano resulta fundamental. Pero además hay un rasgo común que los caracteriza, su instinto de lucha contra el fuego se alimenta de un genuino amor hacia la naturaleza. No dudaría en calificarlos como los principales conservacionistas de la especie humana.

Como una infortunada coincidencia, mientras Gildardo se encontraba postrado en el hospital, la edición local de El Diario NTR destacaba como nota principal “Incendios forestales se ‘comen’ a Jalisco”. La nota señalaba que en el período comprendido de enero a marzo de este año, la superficie afectada por incendios forestales había experimentado un incremento superior al doble respecto al mismo lapso de 2016.

Ahí señalaba que durante la semana en que se accidentó Gildardo se registraron ocho incendios que dañaron 242.50 hectáreas.

Lamentablemente para Gildardo, la temporada forestal ha terminado. Pero para su esposa y sus padres a quienes ayuda económicamente, la incertidumbre hacia el futuro apenas comienza.

Con un salario diario de 230 pesos y una jornada intensiva de trabajo, ya que mientras no están apagando el fuego se convierten en vigilantes de los montes, los brigadistas solamente cuentan con contratos temporales. Porque irónicamente, con esa ironía casi habitual en un sistema sustentado en la desigualdad, los brigadistas que arriesgan su vida cotidianamente no cuentan con una pensión de invalidez por riesgos de trabajo y menos con un seguro de vida.

Inequidad enorme si lo comparamos con los salarios y las prestaciones que devengan diputados y magistrados, cuyas labores no entrañan el riesgo ni producen los beneficios del trabajo de un bombero forestal.

Quienes conocen a Gildardo lo describen como una persona muy sociable, generosa y siempre dispuesta a ayudar a quien se lo solicite. Fue esa generosidad la que lo llevó a integrarse a la brigada forestal hace seis años. Fue un accidente de trabajo el que lo tiene a punto de quedar cuadripléjico. No podemos abandonarlo.

Es responsabilidad social, específicamente del estado, garantizar la mayor protección a quienes arriesgan su vida por el bien común.

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