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Juego sucio

Hace ya rato que de las campañas políticas no vemos más que basura: la que pegan por todos lados y la verbal, es decir, la guerra sucia de ataques de unos contra otros, pero sin propuesta sustanciosa.

Lo que sucede en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, donde se elegirá gobernador, y en Veracruz, donde están en juego las alcaldías, nos muestra una vez más una fórmula gastada y candidatos con recursos trillados.

En el debate del miércoles entre quienes quieren la gubernatura del Estado de México, lo que imperó fueron las acusaciones mutuas por actos de corrupción, aunque Josefina Vázquez Mota, candidata panista, diga que la propuesta de su partido es la que va al fondo de los problemas de los mexiquenses.

En el debate para, supuestamente, escuchar las propuestas, a Delfina Gómez, de Morena, le echaron en cara haber retenido 10 por ciento del salario a los trabajadores municipales de Texcoco cuando fue alcaldesa.

De Alfredo del Mazo se ventilaron sus nexos con empresas como Higa y OHL, involucradas en casos de corrupción y señaladas por contribuir económicamente a su campaña.

Claro que no faltaron las fotografías que muestran a Vázquez Mota con Tomás Yarrington, el ex gobernador de Tamaulipas actualmente detenido en Italia y el tufo por el supuesto desvío de mil millones de pesos a su organización de apoyo a migrantes en Estados Unidos.

Fue tal el golpeteo que se prestó hasta para un marcador que registró los golpes asestados por la panista, los de Delfina y los de Del Mazo. Los candidatos del PT, PRD y la independiente no figuraron, lo cual no quiere decir que sean impecables o que lo suyo sea la propuesta constructiva.

Que en los medios lo que más se haya difundido sean los trapos sucios que todos los candidatos han sacado a relucir de sus oponentes, también habla de que esta campaña en territorio mexiquense difícilmente podrá definirse con base en propuestas sólidas y con metas alcanzables que no queden en la verborrea populista.

En Nayarit el panorama no tiene mucha diferencia. Es más, la percepción es que los partidos enviaron a la contienda a los menos peores.

El candidato del PRI Manuel Cota Jiménez carga con el lastre de los funcionarios negros cuyos escándalos de corrupción han aflorado uno tras otro: el 27 de marzo, el ex fiscal Édgar Veytia fue detenido en Estados Unidos acusado de narcotráfico; el 5 de abril, Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad reveló una red de corrupción presuntamente encabezada por el secretario de Obras Públicas del estado, Gianni Ramírez, a quien piden destituir del cargo, y para cerrar, el 24 de abril fue destituido el rector de la Universidad Tecnológica de Nayarit (UTN), Alejandro Fonseca González, quien supuestamente armó una red de corrupción para hacer negocios en varios municipios del estado.

En Coahuila, los escándalos por las casas lujosas, autos, relojes suntuosos y aviones privados han salpicado las campañas del priísta Miguel Riquelme y el panista Guillermo Anaya.

Son cuestionamientos porque, frente a los discursos de ambos de pulcritud y honestidad, no cuadra que con un salario de un funcionario pueda amasarse tal fortuna.

Esto sin contar las acusaciones mutuas de lavado de dinero y recursos infiltrados.

De Veracruz el reciente escándalo de Eva Cadena y su medio milloncito para Morena nos dice cómo se mueve la política.

De remate, el INE acaba de imponer sanciones por un monto global de 18 millones 271 mil 619 pesos a ocho partidos, nada menos que por irregularidades en gastos del proceso electoral en los estados de México y Coahuila, en otras palabras, por jugar sucio.

Si estas elecciones son un laboratorio para las de 2018, ya sabemos qué esperar.

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JJR/I