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40 años de defensa de derechos humanos

Íconos. Con su pañuelo en la cabeza como símbolo de los pañales de sus hijos estas madres encabezaron una larga lucha por los derechos humanos. (Foto: Notimex)

Buenos Aires. Las Madres de la Plaza de Mayo cumplirán 40 años convertidas en un ícono internacional de derechos humanos gracias al trabajo incansable que han realizado para denunciar los crímenes de la dictadura militar argentina (1976-1983).

El 30 de abril de 1976 un grupo de mujeres marchó por primera vez en la Plaza de Mayo para exigir la aparición de sus hijos y comenzaron, sin proponérselo, un movimiento que con el paso de los años siguió exigiendo justicia.

Estas mujeres se bautizaron como Madres de la Plaza de Mayo y, con su pañuelo en la cabeza como símbolo de los pañales de sus hijos, encabezaron una larga lucha por los derechos humanos que aun hoy continúa en memoria de los 30 mil desaparecidos que dejó la dictadura.

Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, recordó en entrevista con Notimex que las desapariciones comenzaron en 1974, pero se incrementaron a partir del golpe del 24 de marzo de 1976.

“Desde las primeras desapariciones las madres nos empezamos a mover en el Ministerio del Interior, con la Policía, la Iglesia, los partidos políticos, con quien fuera. Queríamos encontrar a nuestros hijos”, explicó.

Hombres y mujeres militantes de organizaciones políticas o guerrilleras eran detenidos en violentos operativos y no se volvía a saber de ellos porque no había cargos oficiales en su contra y los mantenían secuestrados en centros clandestinos de detención.

Se tejió así una cadena de delitos cometidos por el Estado, que iba del secuestro a la tortura y la desaparición y que incluyó el robo de niños nacidos en cautiverio, que después eran entregados en adopciones ilegales a otras familias.

En sus desesperados recorridos por una y otra dependencia oficial, las madres de los jóvenes desaparecidos, la mayoría de ellas sin antecedentes de luchas política, comenzaron a coincidir.

Entre ellas estaba Azucena Villaflor, quien advirtió que necesitaban organizarse para protestar en grupo porque sólo así tendrían más oportunidad de que sus peticiones fueran escuchadas.

No fue nada fácil, dado el clima de represión que había en el país, pero en una osada decisión acordaron reunirse aquel 30 de abril de 1977 en la Plaza de Mayo para caminar hacia la Casa Rosada.

“En la Plaza éramos todas iguales, contábamos nuestras historias, a todas nos habían llevado los hijos, nos pasaba lo mismo, no había ningún tipo de diferencia ni de distanciamiento. Por eso es que nos sentíamos bien, acompañadas en medio de tanto dolor, de tanta incertidumbre”, dijo Bonafini.

El gobierno militar y sus simpatizantes comenzaron a llamarlas “las locas”, porque pocos entendían la fuerza de estas mujeres que, sin más armas que la desesperación por encontrar a sus hijos y pese a las amenazas y torturas, se rebelaban a la dictadura.

Su demanda era que si los detenidos habían cometido algún delito, se les juzgara y condenara legalmente, pero la respuesta fue la persecución a las propias madres.

Villaflor, la fundadora, fue secuestrada a fines de 1977 y sus restos se mantuvieron en paradero desconocido hasta que hace 12 años los encontraron en la localidad de Buenos Aires, junto con el de otras madres desaparecidas.

Las cenizas de Villaflor fueron arrojadas a la Plaza de Mayo, en donde cada jueves dos grupos de Madres siguen haciendo rondas divididas porque la organización se separó por diferencias políticas.

Uno de los bloques es el encabezado por Bonafini, quien a sus 88 años se ha convertido en un personaje controvertido por su fervor hacia los ex presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández y sus frecuentes insultos al presidente Mauricio Macri.

El otro grupo asumió el nombre de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y aunque decidió no tener una presidenta cuenta con Nora Cortiñas, de 87 años, como una de sus voces más representativas.

Más allá de los debates internos, la sola presencia de las Madres que sobreviven y que cada jueves marchan en la Plaza de Mayo conmueve y enorgullece incluso a extranjeros que sólo vienen para visitarlas y acompañarlas en la ronda.

EH/I