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Que 100 días no es nada

Cien días en un gobierno que puede durar cuatro años o más es apenas el comienzo. Realmente en un periodo tan corto e inicial no podemos evaluar en serio resultados o logros, pero sí se puede constatar un patrón básico de comportamiento, lo que puede marcar un estilo de gobierno: los desplantes, las amenazas, los tuits con que amanece o, peor, las órdenes ejecutivas que emite.

Después de sus primeros tres meses al frente del gobierno estadounidense, Trump cuenta con una desaprobación de 52 por ciento y apenas la aprobación de 42, de acuerdo con BBC, lo que lo pone como el presidente menos aceptado “en la historia de los Estados Unidos”.

Ha utilizado el recurso de las órdenes ejecutivas para demostrar que está empeñado en cumplir sus promesas de campaña, y las más sonadas han sido el retiro de los Estados Unidos (EU) del tratado transpacífico (TPP) y el endurecimiento de requisitos para obtener ciertas visas, lo que afecta el tema migratorio y las remesas.

Particularmente con México, las deportaciones han tenido una tendencia similar a la de los gobiernos anteriores, pero los desplantes y amenazas sí han inhibido a quienes pretenderían cruzar como ilegales.

Dos asuntos relacionados con la economía: la creación de empleos y los mercados de valores se mantuvieron estables debido al contexto macroeconómico; sin embargo, a partir de marzo el mercado de trabajo ha tenido un crecimiento menor al esperado y se ha ralentizado la tendencia en las principales bolsas de valores.

Quizá el asunto más controvertido ha sido tratar de suplantar el Obamacare, con el que se atendería a 20 millones de personas que hasta entonces no se beneficiaban por programas de salud; mientras que al evaluar la propuesta de Trump, una agencia imparcial determinó que con el nuevo programa quedarían fuera del seguro de salud 24 millones de personas, de aquí a 2026.

En lo que respecta al Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, hay un interés de replantear los términos del acuerdo comercial; al menos Canadá y México lo han planteado explícitamente, aunque Trump insiste con desdén que el TLCAN poco ha beneficiado a los Estados Unidos y sí ha sido muy conveniente para los otros socios.

Por ahora, la posibilidad de cancelación es sólo uno más de sus desplantes y por ventura no es el propio Trump quien ha de renegociar los términos del acuerdo a futuro, sino comisiones de los tres países, que suponemos conocen lo que ha pasado y tienen sin duda mejores elementos para establecer los nuevos términos para que un acuerdo conveniente para todos siga vigente…. Claro que cada país y grupo de negociadores deberá defender los intereses que representa.

Inevitablemente Trump ha aprendido que para hacer efectivos sus planes necesita trabajar y cabildear sus propuestas, y elegir las batallas que quiere emprender. No sólo se trata de congresistas de uno u otro partido, sino de funcionarios profesionales y de los grupos de poder económico y con peso político dentro y fuera de los EU.

Paradójicamente, lo que puede generar mejores expectativas no es el errático comportamiento o los desplantes del presidente Trump, sino la confianza que para estadounidenses y el mundo entero puedan ofrecer las instituciones sólidas que han podido acotar el poder del presidente. Los jueces, congresistas, gobernadores de diversos estados y las cámaras que operan en lo concreto las relaciones comerciales con los principales países que a los estadounidenses le interesan. En eso estriba la confianza en el futuro de las relaciones con Estados Unidos.

GT