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El rock del amor

Hace algunas semanas circuló un artículo en el que se enlistaba a 10 artistas de generaciones recientes que son identificados como roqueros, pero en realidad tocan baladas cursis con guitarrazos. Lo leí y me reí. Pero es cierto.

Hace unos días, en un concurso de bandas que buscan un lugar en el Revolution Fest, de las seis propuestas que subieron una de las fechas al escenario, cuatro destinaban sus letras al amor –dos eran instrumentales-. El grupo más joven, con influencia de Arctic Monkeys y Vampire Weekend, llegó al colmo de sintetizar -en una única frase que repitieron a manera de reacción enajenada- en todo el tema: “El amor es triste” y hasta ahí llegó la creatividad. No sólo el rock ha muerto, está enamorado, es empalagoso y se le acabó la creatividad.

El día del estreno de su disco La trenza, la cantante chilena Mon Laferte relataba en una entrevista que en su cuarto álbum buscó diversas maneras de contar historias. Y en su búsqueda consiguió un disco entrañable y personal, de relatos amorosos, tiernos y divertidos, donde lleva al momento posterior a una relación sexual, a su infancia, al momento de seducción o a lo que se puede encontrar cualquier persona en la calle. Y la acusarán de ser demasiado pop, de haber dejado el heavy metal, de comercializarse y de venderse, pero nadie como ella para musicalizar pequeños relatos que resultan familiares.

¿Qué piensan los músicos cuando suben a un escenario? Quizá en ser escuchados, ¿pero qué quieren decir, que como cualquiera están enamorados, tristes y solos? Ok, pues que se vayan a un café y lo platiquen a sus amigos. Si lo que desean es ofrecer un camino diferente para entender esas condiciones del ser humano, formen una banda y súbanse al escenario. Hoy en día la motivación del roquero parece ser más el halago, la admiración y la adrenalina, pero no los caminos difíciles de crear identidad, reflejar su tiempo, reflexionar sobre el entorno y ofrecer una postura, vamos, ni siquiera explorar formas de lenguaje.

He escuchado argumentos simplones como que al público no le interesa, que ya no lee, que está harto de las noticias negativas, pero ¿dónde está la capacidad del músico de seducir y encontrar a quienes se identifiquen con ellos? Perdida. Estamos en la era de la comodidad, de la simpleza y del miedo, a ver si no lo paga la música muy caro y gana el “reguetón, mami”.

@WhoisFranco

 

JJ/I