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El peligro de complacer a la gente

Eran las 9 de la mañana en el malecón de San Antonio Tlayacapan, una delegación del municipio de Chapala, a una hora de Guadalajara, que regala una vista panorámica de la laguna y de la cadena montañosa de Chupinaya; ahí, parados en uno de los andadores estaba un grupo de biólogos armado con potentes binoculares, apuntando hacia todas direcciones donde volara un cormorán, un pato, un perro de agua o cualquier otra ave residente que se dejara admirar por la visita.

El recorrido obedecía a un mero ejercicio matutino de avistamiento de aves al que se hizo una convocatoria pública en redes sociales y que tuvo poca respuesta, pero los biólogos de la asociación Corazón de la Tierra estuvieron observando a los ejemplares y analizando su comportamiento ante el desastre que ocurrió hace una semana en la vegetación de tule donde habitan, en la orilla de lago.

El tular fue incendiado hace una semana intencionalmente y consumió 4.5 hectáreas de las seis que tiene ese importante ecosistema para anidación de aves. Cinco especies que usaban ese refugio para empollar sus huevos perdieron su nido y sus crías, el fuego arrasó con los polluelos mientras que ahuyentó por días a los adultos, desorientados por lo que había pasado en lo que para ellos era su casa.

La conclusión de los especialistas, encabezados por el biólogo Alejandro Juárez, fue que después de una semana del voraz incendio en el tular regresaron las aves a los alrededores y se alojaron incluso en árboles cercanos, en vista de que perdieron más del 80 por ciento de las plantas acuáticas que las resguardaban al ras del lago. Eso sí, la pérdida de sus crías no fue menor y esperan que haya una considerable baja de estas poblaciones en el corto plazo como consecuencia.

Más tarde llegaron funcionarios municipales de Chapala para platicar con los biólogos sobre lo que había pasado, los estragos y, claro, la ruta que seguía para que esto no volviera a suceder.

En medio de la plática, uno de los funcionarios le dice a Juárez: “La gente quiere ver el lago limpio, que tenga más vista”, aunque eso implica retirar la vegetación de tule de la orilla que, como dijimos más arriba, es hogar de algunas de las 306 especies de aves que viven cerca de Chapala. Lo que el funcionario sacó a relucir es que esas plantas no permiten que la laguna se vea como en las fotos, un panorama de espejo impecable.

“Es lo que nos han estado diciendo, que quieren que esté limpio pues, ¿cómo ves? Quiero preguntarte qué podemos hacer para complacer a la gente”, le soltó el funcionario al biólogo, que lleva años monitoreando los aspectos técnicos relacionados al lago de Chapala. Al escuchar la petición que de fondo sugería hacer una “limpieza” de la vegetación que es hábitat no solo de aves sino de peces, reptiles y anfibios, Juárez no titubeó en responderle: “Hay que tener cuidado, porque complacer a la gente es muy peligroso”.

Lo que ofreció en lugar de dar el visto bueno a la gente para arrasar los ecosistemas acuáticos es involucrarla en el manejo del lago para que conozcan que su importancia está por encima de un valor estético relativo, y de paso, también aprendan los funcionarios de Chapala en vez de pensar en dar gustos. El peligro de complacer a la gente con un capricho sin fundamentos relacionado con quitar vegetación de Chapala, radica en nada menos que generar un desequilibrio ecológico en cadena que terminará por impactarnos a nosotros mismos.

JJ/I