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Gustavo Dudamel

Hace algunos años fui por trabajo a la ciudad de los Ángeles, California. Iba pocos días y las labores encomendadas no me permitían salir de un radio de pocas cuadras que iban del hotel al teatro y viceversa.  Así pues, tuve la posibilidad de mirar con algo de detenimiento los detalles del trayecto y me llamó la atención ver colgados varios pendones que tenían escrita la palabra passion. Al mirar la silueta que estaba impresa, caí en cuenta que era una cabellera con rizos al aire cuyo vuelo ya era inconfundible. La nueva temporada de la Filarmónica de los Ángeles anunciaba a su reciente director titular: Gustavo Dudamel. Venezolano, en aquel momento de 28 años, se convertía en el director titular más joven de una de las orquestas más importantes de los Estados Unidos de Norteamérica, y el primer latinoamericano.

No pude quedarme a aquel debut, pero un par de amigos que asistieron me relataron con mucha emoción lo que significó para ellos que se tocara música latinoamericana en el Walt Disney Concert Hall, sede de la LA Phil, guiados por la batuta de un chico que aprendió música en condiciones muy adversas en su país, superando cualquier estigma y valiéndose de su trabajo y talento propio. Relatan que aquella noche, la pasión transmitida en la interpretación de aquellas notas les atravesó a ellos y a la audiencia por el cuerpo. No había manera de no llorar. Mientras aquella pasión se traducía en música, la concurrencia que abarrotó el recinto le respondía con incansables aplausos de pie.

Desde hace algún tiempo se le ha cuestionado a Dudamel su relación con los gobiernos venezolanos, específicamente el de Chávez y Maduro. Se ha dicho que se ha pronunciado tarde ante la serie de injusticias que están sucediendo en Venezuela. Se le hacen una serie de reclamos como si por arte de magia él pudiera cambiar una situación que por años el mismo pueblo venezolano votó. 

La labor del artista no puede ser indiferente a un tiempo que reclama abrir por distintos frentes una lucha común ante las injusticias y la desigualdad. Pero hay artistas, como lo ha sido Dudamel, que en congruencia con su trabajo cotidiano han inspirado, promovido y apoyado para que la música sea una inspiración y una posibilidad de cambio real, aun en entornos desfavorecidos. Es él, con su constancia y ejemplo, la mayor contundencia de un acto político que toma espacios para recuperar visibilidad y voz.