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El poder del cargo

Si ha de hacerse la guerra, hágase únicamente con la mira de obtener la paz

Cicerón

La violencia sigue campeando en el norte del estado. Los abusos contra los wixárikas continúan repitiéndose una y otra vez, ante la mirada impávida del gobierno.

Los gobernantes en turno se corrompen prestándose a componendas con importantes intereses particulares de la región. Cuando no son los rancheros que invaden ilegalmente sus tierras son empresas mineras que pretenden despojarlos de sus centros ceremoniales y otras propiedades.

Ahora, la ilegalidad pretende imponerse por la fuerza. Intentan implantarla mediante el asesinato de algunos de los activistas wixárikas más prominentes, alguno de ellos estaba destinado a conducir los destinos de su comunidad y a presidir su principal santuario.

Ante el alarmante atropello, los gobiernos –de Jalisco y Nayarit– titubean y se pasman. Seguramente no pasará nada, además de algunas indignadas declaraciones de los fiscales, los secretarios de gobierno y, tal vez, de los gobernadores en turno, es decir, Aristóteles Sandoval y Roberto Sandoval, respectivamente. Después vendrá el olvido entre las enmarañadas pesquisas de la policía investigadora y el papeleo burocrático de los ministerios públicos.

O sea, como ya sabemos: no se mueve la rama del árbol sin la voluntad del mandamás.

Suprema Corte

Un abuso más. Los wixárikas llevan mucho tiempo peleando en los tribunales por una importante cantidad de hectáreas de su propiedad invadidas por rancheros de la región. Tras años de proceso judicial que les han costado mucho, la corte les concedió en la última instancia la razón, emitiendo órdenes para la devolución de varios cientos de las hectáreas en litigio.

A pesar de ello, los rancheros se han negado a devolverlas, sin importarles cometer desacato a una orden judicial, haciendo uso de la fuerza y la violencia, impiden el paso a las familias wixárikas que ya se han asentado en los predios y les impiden salir en busca de suministros.

Aunque la ley les asiste, los gobiernos que confluyen en la región se han negado a enviar a la fuerza pública para brindarles protección y forzar el retorno a la legalidad.

La otra violencia

Resulta inevitable referirme hoy a la muerte prematura de nuestro colega sinaloense Javier Valdez. Irremplazable su presencia en su trinchera RíoDoce. Inconsolables su familia y amigos frente al peso de la ausencia repentina. La violencia desatada contra la denuncia pública. A pesar de todo, los criminales, sus delitos, abusos y excesos seguirán viendo a la luz, sin importar los muchos periodistas que mueran por negarse a callar. Descansa en paz, Javier.

Como dice una cosa…

Lo más seguro es que quién sabe. Era frase predilecta de un amigo de juventud muy indeciso, ni sí ni no, lo más seguro es que quién sabe. Así está Enrique Alfaro que, como dice una cosa, dice la otra. El alcalde tapatío modifica súbitamente muchas de sus decisiones, algunas de ellas importantes, por sus imprevisibles cambios de humor.

Se aferró al proyecto del estacionamiento en el barrio de Mexicaltzingo, tanto que pretendió imponerlo como decisión ejecutiva, pero ahora metió reversa, señaló que siempre no y dijo que siempre sí tomará en cuenta a los vecinos. ¿Qué fue lo que cambió en los planes de Alfaro que lo hizo abandonar la obra? Tal vez sólo sea una estrategia para dar madruguete como acostumbra y sorprenderlos llevando la maquinaria para iniciar los trabajos a media noche.

@BenitoMArteaga

JJ/I