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El silencio

La violencia en este país se ha normalizado de una manera aterradora. En Inglaterra se dice que México es el país más violento después de Siria (que está en guerra civil) y aquí se limitan a decir que hay un error metodológico, como si eso barriera bajo la alfombra los 20 mil muertos anuales que lleva este gobierno; después de todo, ellos ya no tienen voz. La violencia contra las mujeres tendría que haber disparado alertas de feminicidios desde hace tiempo, pero no en épocas electorales; las mujeres, aunque agrupadas en organizaciones que buscan defender su derecho más elemental, a seguir vivas, tampoco tienen la suficiente voz, por lo que estos casos se pierden en el estruendo cotidiano.

El ataque contra periodistas podría parecer insignificante en un país con tanta violencia, pero no lo fue. Afortunadamente este gremio sí tiene voz y la está alzando, casi al unísono para demandar que el gobierno garantice el derecho a la información y la libertad de expresión. No porque los periodistas sean una casta especial: ellos mismos reconocen que todo asesinato es condenable, pero que, en su caso, es evidente el intento por mantenerlos sometidos en el silencio y quitar los contrapesos naturales y necesarios que otorga la libertad de expresión en contra de los abusos del poder, legítimo o fáctico.

Éste es un país en el que el ejercicio del periodismo representa una de las profesiones más riesgosas: México fue en 2016 el tercer país en número de periodistas asesinados. Por ello, y ante el más reciente asesinato, una gran cantidad de medios se unió para publicar un desplegado condenando estas agresiones y solicitando apoyo:

“Hoy en México la impunidad, la corrupción y, en especial, el crimen organizado, han puesto en riesgo una labor fundamental para la sociedad […] Como profesionales de la información, denunciamos la ofensiva asesina que han padecido miembros de nuestra comunidad en el ejercicio de su tarea de investigar y difundir las actividades de la criminalidad, entre éstas la narcodelincuencia en México”.

(Fue significativo que la versión del desplegado de una televisora sólo hiciera referencia al narco, como si la corrupción institucionalizada no matara periodistas también).

Hoy en México el periodismo libre e independiente está bajo ataque, pero también hay que decir que hay otro periodismo (si es que acaso merece el nombre) que florece en la tempestad. Ese periodismo obsequioso con el poder, que ataca o calumnia a los enemigos políticos, que evita las preguntas incómodas, sobre todo cuando las cámaras están encendidas, que denuesta selectivamente, que rehúye a las responsabilidades mínimas de un periodista.

En lo personal creo que la falta de ética en el ejercicio periodístico también contribuye a crear un clima adverso a la libertad de prensa. Los medios, sobre todo los electrónicos que son los más poderosos, no deben ser solamente una caja de resonancia de los intereses desde el poder, sino una fuente de equilibrio que cuestione a ese mismo poder. De igual manera, los periodistas deben ejercer su profesión teniendo en cuenta el interés público, no el rating de su emisión. Es terrible que mientras hay periodistas que efectivamente se juegan la vida tratando de hacer investigación y dar a conocer lo que hay en las sombras del poder, hay otros que desaprovechan el alcance de su voz, dejando una vez más en silencio a aquellos que no tienen voz y que permanecen invisibles.

No soy periodista, pero desde aquí envío toda mi solidaridad, mi reconocimiento y mi apoyo a quienes salen a informarnos todos los días, con el propósito de hacer un mejor país. ¡Basta ya de violencia contra periodistas!

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JJ/I