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Mercadocracia

Múltiples gobiernos nacionales atraviesan una crisis de gobernabilidad, entendida como “un estado de equilibrio entre el nivel de las demandas sociales y la capacidad del sistema político para responder de forma legítima y eficaz”. Este desequilibrio es producto de la crisis de la democracia.

El agotamiento del modelo se refleja en el desinterés y desánimo por los sistemas electorales, la lógica neoliberal invade a toda la sociedad, incluso a la misma política. La democracia ha mutado en mercadocracia. Todo se ha transformado en mercancía, detrás de las campañas políticas existen despliegues millonarios de piezas publicitarias acertadamente estudiadas por servicios de marketing.

Los espacios para el debate de ideas se han vaciado para dar lugar a batallas comerciales por el poder. Así y sólo así es posible explicar las políticas antisociales que encandilan a los votantes.

El modelo de liderazgos con legitimidad popular y los partidos con definiciones ideológicas no se agotó, lo agotaron. La mercadocracia introdujo a la política la obsolescencia planificada, es decir, la condición que se le otorga a un producto que ya no es útil. Las crisis de gobernabilidad se deben en gran medida a que los programas de gobierno no persisten en el tiempo, cada vez a menor plazo, la sociedad los considera obsoletos a sus gobiernos y los reemplazan por facciones radicales que si bien no entienden su malestar, se aprovechan del mismo y se refleja en la urnas. 

La era neoliberal es a su vez la era del agotamiento de la democracia como la conocemos, corrijo, como la conocíamos. El voto cada vez vale menos, las personas se interesan cada vez menos por la política, el sistema es todo menos representativo. Ante este fenómeno globalizado el desequilibrio entre demandas sociales y la capacidad del gobierno por responder es una consecuencia lógica.

En la mercadocracia la rentabilidad está por encima de la humanidad, los programas sociales se disuelven por no ofrecer un rendimiento financiero positivo. La lógica de mercado empleada en la política atenta contra el fortalecimiento de una cultura cívica entre los ciudadanos. En la mercadocracia el ciudadano ya no tiene la última palabra, es el dinero el que la tiene.

La crisis de la democracia se extiende a nivel global. En palabras de Emir Sader, coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad de Estadual, “ya no se trata de revindicar un sistema que se ha agotado, sino de construir formas alternativas de Estado, de sistemas políticos y de representación política de todas las fuerzas sociales”.

Aunque pudiera parecer una reflexión genérica, considero que la evolución de la democracia hacia la mercadocracia es en gran medida la culpable de los estallidos sociales que inundan las planas de las principales agencias de noticias.

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JJ/I