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No es psicopatología

En la actualidad observamos muchas y variadas formas de vivir nuestra sexualidad, formas que no son nuevas, que no acaban de inventarse, pero sí de visibilizarse, que habían permanecido ocultas por estigma, intolerancia y falta de información, que hoy cobran más fuerza que nunca y es necesario reconocerlas para con ello propiciar el bienestar de todos quienes conformamos nuestra sociedad.

Aún en la posmodernidad en la que vivimos existen grupos de personas que insisten en patologizar la diversidad sexual, en afirmar que quienes manifiestan una sexualidad distinta a la heteronormada están enfermos y necesitan cambiar; sería bueno recordarles, por ejemplo, que desde 1973 la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) retiro de la segunda edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-II, por sus siglas en inglés) a la homosexualidad como una enfermedad mental, seguidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en 1990 también la retiro de su nosología.

Se vive una lucha constante por entender que las lesbianas, gay, bisexuales, trans e intersexuales son y seguirán siendo seres humanos con los mismos derechos y responsabilidades que el resto de la población, que al ser diferentes son estigmatizados y violentados de distintas formas. Por ello, en este momento histórico la lucha del reconocimiento social continua, pero hay una lucha más fuerte e importante, la de educar y sensibilizar a la población para comprender que las diversas formas de expresar nuestra sexualidad son una característica más de nuestra especie, como los colores de ojos, el tono de piel o la forma de nuestro cabello, basta con entender que así como afroamericanos y caucásicos tienen los mismos derechos y obligaciones, heterosexuales y homosexuales, cisgéneros y transgéneros también los tienen.

Por lo tanto, no existen terapias reparativas para estas condiciones de vida, ya que no existe nada que reparar, será necesario y mucho mejor educar en el respeto a la dignidad humana, rompiendo con los estigmas que buscan cambiar a los otros para encajar en un molde que se nos ha enseñado es el único que debe existir; transformar una cultura que no hace más que reproducir la intolerancia, restructurar ese enraizado social que es necesario incluya a todos por igual, sin importar su color de piel, sexo, edad, cultura, religión, orientación sexual e identidad sexo/genérica.

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FV/I