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Transmitir con amor

Pasión es una palabra que requieren los maestros de hoy para transmitir lo que realmente aman a quienes aman. La docencia y la paternidad no pueden ser sólo un trabajo sino una misión de vida. En un mundo dominado por la ciencia, la tecnología, la comunicación exacerbada, los conocimientos al alcance del Youtube o de Google, el amor hace la diferencia en el aprendizaje.

Transmitir con emoción es lo que hará la diferencia para lograr hacer significativas las habilidades, las destrezas y las competencias. Los niños y los jóvenes requieren de una enorme motivación, de admirar a alguien que se apasiona por una tarea en especial para conectarse y entonces empezarlo a seguir como hacen hoy por los diversos medios de comunicación como Twitter y Facebook.

De aquí lo importante de que la primera tarea de un educador, ya sea un maestro o los propios padres, sea ganarse el aprecio, que valoren su labor por su calidad y su calor al transmitir.

Ser firmes, exigentes y a la vez cariñosos y respetuosos, es clave; ser justos, usar el lenguaje adecuado sin ofender o menospreciar.

Cuando un adulto trata a los niños y los adolescentes con el mismo respeto que a un adulto, cuando les da un trato de iguales, se gana mucho en la relación personal.

Aprender a admirar y dar importancia a sus primeros conocimientos, sus iniciales inquietudes, su curiosidad, logra un acercamiento tal, que permita la apertura para aprender juntos a través de la construcción mutua del conocimiento. Respetar a un niño y a un joven no significa ser permisivo sino darle la importancia que merecen.

Ahí nace el respeto y no en un regaño o un grito sino en la admiración de la labor que se desempeña. El respeto moral inicia con el estupor, deslumbramiento y fascinación hacia la persona de quien queremos aprender.

Nuestros niños y jóvenes han cambiado y hoy que tienen una ventana abierta al mundo, hoy que pueden leer y ver videos de cualquier cantidad de influencer, seguirlos y tenerlos como amigos y maestros virtuales, que importante es que nuestros docentes y nuestros padres de familia se ganen la atención, el respeto, la admiración, el aprecio, el cariño y finalmente el amor a través de la emoción y la pasión por su misión y su deseo de transmitir.

Ya no tienen cabida los maestros regañones, enojones y gritones del siglo pasado que tenían la autoridad por default. Hoy requerimos de maestros y padres de familia cabales que puedan transmitir con amor y tiempo de entrega y de atención a sus hijos y sus alumnos.

@Saucedodlallata

JJ/I