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Mayorías emotivas

En un sistema democrático cada cierto tiempo se llevan a cabo procesos electorales. En términos prácticos la democracia se sostiene sobre el principio de la mayoría, es decir, a quien obtenga más votos se le confiere la responsabilidad de gobernar. Situado en una época en la que a mi juicio los momentos de reflexión están devaluados considero importante revisar el concepto de las mayorías.

Primeramente cabe aclarar que en este sistema representativo la representatividad del pueblo en el gobierno es cada vez menor, incluso existen casos en los que la minoría es quien gobierna. Ante este fenómeno han surgido distintos tipos de debates buscando garantizar el principio de representatividad, sin embargo, como ciudadanos tenemos que adoptar una postura más crítica y preguntarnos: ¿Cómo es que se forman las mayorías?

En términos simples las mayorías son la agregación de los intereses de los votantes, no obstante, considero que hemos caído en una agregación de emociones y los constantes cambios de ruta en distintos Estados a lo largo y ancho del mundo lo comprueba. A lo anterior se le denomina democracia emotiva, el ejercicio del voto guiado por las emociones. El objetivo es alejarnos de esta tendencia. Si bien el desacuerdo puede unir a las masas considero que las soluciones son las que diferencian a las masas de los pueblos.

La construcción de mayorías debe de partir del debate ciudadano que analiza, reflexiona y propone sobre los modelos de nación puestos en la mesa por los aspirantes a gobernar. De no ser así seguiremos en la ruta del mesianismo nacionalista que utiliza el rechazo como argumento de identificación y a la postre afirma que su gobierno se sostiene en la aprobación de la “mayoría”.

Además del consenso ciudadano, un sistema democrático le debe ofrecer espacios de inclusión a aquéllos que no concuerdan con el común denominador. El pensamiento colectivo es una autopista general del tránsito de las ideas, sin embargo, todo sistema necesita de pequeñas calles que conecten con aquéllos que han formado su criterio con base en contextos o realidades distintas.

Pese a que pudiera parecer complejo, los ciudadanos debemos de acostumbrarnos nuevas dinámicas de diálogo y utilizar las emociones como catalizadoras de soluciones y no como sustento argumentativo de nuestro voto o discurso. Generar un modelo propositivo y realista nos acerca más a un modelo estable y refrenda la ciudadanía activa.

En conclusión, antes de generar un sistema que garantice el principio de representatividad reflexionemos sobre los intereses que necesitamos que se vean incorporados, de lo contrario la mesa está servida para aquéllos que sepan exaltar las emociones.

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GT