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Hotel Kent

I

Me imagino que miente.

Es insostenible su relato. Cómo un muchacho que apenas comienza a vivir dice tener un hijo. Sospecho que desea mantener mi interés, pero él no sabe que yo he vivido tanto. Pienso que miente, porque yo le he mentido. Le he dicho por teléfono, cuando marqué al azar, que mis padres me permiten disfrutar del sexo una vez en el año: “Y ésta es la ocasión”.

He llamado y su tierna voz me ha encantado. Y decidí verlo porque me prometió: “Tendré un mar de leche para ti”, pero al verme tan alta, tan gorda, tan vieja para él, su voz se hizo un temblor.

Ya en la calle y camino al hotel me ha dicho: “Quizás no sé hacer el amor...”

Lo recuerdo en este instante, cuando la diminuta luz me alumbra con dramatismo. Le ofrezco un cigarrillo.

Su sombra se eleva por la pared y alcanza mi estatura.

II

Me imagino que miente; ya estoy acostumbrada.

Cada noche llamo al azar y encuentro a un nuevo amante. Me deleita saber que no me sé su rostro.

Cada noche, al final del momento amatorio, disfruto un cigarrillo, y a cada amante le pregunto su vida. Cada vez una historia distinta; cada ocasión un instante, una oportunidad: luego regreso a casa y escribo.

Es la primera vez que alguien me dice que alguna vez escribirá sobre mi vida.

“No pongas mi nombre, porque te pesará...”

III

Me ha brindado un enorme placer.

Ha dicho que tal vez no supiera hacer el amor, pero ahora que muerdo su barbilla al tiempo que me toca, sé que nunca podré olvidar este momento: me palpa mis desgastados senos; me muerde los labios; me abre las piernas y después mete su mano en mi abertura. Logra en un segundo hacerme sentir como si fuera su deseo.

Me abre las piernas, hunde su mano y llega al fondo.

Me abre y entra. Logra en mí el temblor.

Entra como un gusano: logra tocarme hasta lo más profundo. Hace de mí a una nueva mujer: me giro en mi centro, porque su mano me centra. Me extiendo los senos, los arranco hasta encontrar lo más alto del cuarto. Me muerdo los labios y deseo que llegue otra vez a mi profundidad. ¿Me descubre el placer? Hay una forma del goce que siempre es como una primera vez. No siempre alguien logra hacerme sentirlo: ahora el tiempo no existe: cierro los ojos.

Destruyo mi senos; arrancó mis pezones; araño mi piel.

Rasgo su piel y recuerdo su juventud.

Entra su verga y alcanzo otro disfrute. Entra y sale. Entra y sale. En un instante se derrama dentro de mí.

Supongo sus ojos ensombrecidos.

Ahora su estatura iguala a la mía.

Las rojas lucecitas describen el ardor.

Voy a contar su historia.

@LibracoFP

JJ/I