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Las conductas problema

Una conducta problema se define por la sociedad, sea porque refleja una preocupación o porque la consideran así las normas legales o convencionales de las instituciones sociales. Las conductas problema varían en grado y pueden ser sancionadas con una amonestación, una baja calificación, hasta encontrarse tipificadas como delitos y sancionadas por la ley, como robar o asesinar.

Realizar conductas problema en muchas ocasiones genera en los adolescentes la imagen de un “estatus de mayor madurez”, marcando la transición de “menos a más maduro”. Y ante este tipo de conductas podemos identificar factores de riesgo y factores protectores.

Los factores de riesgo pueden ser: la violencia en la familia, el consumo de alcohol y de drogas, la incorporación a pandillas, la falta de participación escolar y social, la reprobación y/o deserción escolar, el embarazo temprano y la búsqueda de riesgos y nuevas sensaciones sin la consideración de las normas sociales o el derecho de terceros.

Los factores protectores pueden implicar: la cohesión con los grupos de pertenencia, involucrarse en actividades a favor de la comunidad, de la familia y/o la escuela, asumir la responsabilidad en el cuidado de la salud, el rechazo a conductas fuera de la norma, un alto rendimiento académico y una expectativa de la responsabilidad social.

El marco que ofrecen los conceptos de protección y riesgo da cabida a un mayor número de variables al incluir no solo diferencias individuales, como actitudes, valores o creencias, sino proporciona una organización más comprensible de los múltiples factores sociales del contexto que se interrelacionan en la vida diaria de los niños y jóvenes, su familia, su escuela y su comunidad.

Cuando los padres se enfrentan con dificultades al educar a sus hijos, culpan a estos últimos de sus problemas: Susi es “incorregible”, Raúl es “hiperactivo”, Tere “es una rebelde”, Karla “es una floja”, y es muy raro que los padres de estos niños se pregunten si sus problemas tienen algo que ver con su falta de capacidad o con sus patrones ineficaces de comportamiento paterno, así cuando se presentan rupturas graves en la relación padre-hijo, por lo general, los padres llevan a sus hijos a que los “compongan”, los “disciplinen” o los “reeduquen”, aceptando incluso hasta drogar a los niños hiperactivos.

Hoy, más que nunca, los padres de familia deben tener muy claro que la complicada y contradictoria realidad social requiere que se capaciten y se estén actualizando para cumplir adecuadamente sus responsabilidades paternas.

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FV/I