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Parque Alcalde

Había un reloj de flores, una cascada sobre un lago artificial donde se deslizaban lanchas gracias a los esfuerzos de los remeros que las alquilaban, juegos y columpios que se elevaban hacia el cielo, árboles altos, frondosos, y un tren que daba un recorrido por todo el parque y a ese nos subimos en 1974, cumpliendo el sueño del niño que deseaba venir a Guadalajara a disfrutar ese paraíso del que algunos hablaban en Zapotlán.

Años más tarde volví. Luego otra vez y otra vez. Durante algunos años viví a dos cuadras del Parque Alcalde y regresé todas las veces que pude. La última fue antes de las modificaciones y la deforestación; me acompañó un poeta cubano que estaba de visita en casa y conversamos largamente sobre poesía y yo –tímido– le mostré algunos de mis textos. Era una mañana nublada. Y gracias al encuentro y a la conversación recordé unos versos de Pessoa, en el instante en el que hicimos un silencio para contemplar el paisaje:

 

Sé muy bien que en la infancia toda la gente tuvo un jardín,

Particular o público o del vecino.

Sé muy bien que jugar era nuestro único mandamiento

Y que la tristeza es de hoy.

 

Después de las modificaciones ya no entré. Todos los domingos, cuando iba hacer mis compras al Mercado de las Flores, al paso me detenía un poco –no sin nostalgia– y alargaba la vista para ver si me encontraba al menos en un recuerdo. Pero ya no era el mismo, ni el parque ni yo, y eso modificó mi referencia y me indicó que al pasado lo habían destruido y supuse que a muy pocos de mi generación o de antes ya el lugar les decía algo de sí mismos. Porque la devastación de los espacios logra borrar la memoria de las personas. Entonces ya no son referencia. Ya no son nada. Son eso que vemos, pero no nos habla de lo que fuimos y no nos lleva y trae de la infancia a la época en la cual estamos. Yo hacía una parada allí. Me buscaba. Intentaba halarme sin embargo nada me decía algo: un largo silencio, había siempre un extenso y profundo silencio y ni un eco del pasado. Las personas, en todo caso, se buscan en los logares para recordar y completar su historia, mas la destrucción del Parque Alcalde nos borró.

Ahora –y como siempre– ¿nos queda el recurso de la memoria para mirarnos a lo lejos, allí?

victormanuelpazarin.blogspot.mx

JJ/I