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La Iglesia reprueba 'Sincretismo'

El alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramírez, entra esta semana a la recta final de su mandato con cuenta regresiva para dejar el cargo y prepararse para ser nuevamente candidato de su partido Movimiento Ciudadano a la gubernatura.

Alfaro Ramírez tenía fríamente calculada su estrategia para, llegado el momento, irse con aplausos, porras y vítores de un sector de los tapatíos, primero, aplazando de abril a agosto el cuestionado y amañado proceso de ratificación de mandato, pero, segundo, realizando previamente un maratónico programa de entrega de obras al más viejo estilo priísta –“te doy para que votes por mí”-, y, tercero, solicitando en las próximas semanas licencia al cabildo sabedor de que le salió a pedir de boca su papel de juez y parte en la consulta ciudadana del domingo 27 en la que confía salir aprobado, sabiendo que tiene todo bajo control: funcionarios de las mesas receptoras, cantidad de votos, observadores y hasta a la mayoría de los propios votantes.

Pero Alfaro llegará a su propia autoevaluación de mandato con un problema nada menor: su enfrentamiento con un importante sector de la grey católica tapatía que se siente ofendida por la imposición de la imagen de la Virgen de Guadalupe en una obra urbana en la que la acompaña la figura de la diosa azteca Coatlicue -por la que pagó del erario público 5.2 millones de pesos al mismo autor que regaló una de sus obras al municipio de Zapopan-, en el cruce de la avenida Federalismo y la calle Hospital.

A eso hay que sumarle la inconformidad que existe en una parte del gremio cultural tapatío que se sintió relegado e ignorado por Alfaro Ramírez al haber elegido él personalmente a quién comprarle sus obras con un costo millonario y que algunos de ellos resultaron ser quienes lo apoyaron en campaña o tienen alguna liga con su administración.

Otro conflicto reciente con el que llegará Alfaro el próximo domingo es el que sostiene con algunos de los calandrieros que se oponen al acuerdo al que llegó su anterior dirigente –lo destituyeron- con el ayuntamiento tapatío y a quienes el alcalde calificó de “chantajistas” y les advirtió que si no estaban de acuerdo con lo acordado que se buscaran entonces otro trabajo.

En el primer caso, el de la obra denominada Sincretismo, quien no tuvo piedad del aspirante a gobernador fue el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, quien en una entrevista con el periódico Mural criticó como no lo había hecho con ningún otro presidente municipal o gobernador a Enrique Alfaro. Dijo:

“¿Qué se pide de un gobernante? Que tenga sentido común para que tenga prudencia, que conozca los sentimientos de su gente (…), pero éste (refiriéndose a Alfaro), parece que no, él va por su camino como tráiler, como bulddoser, aventando; ¡a ver, háganse a un lado que aquí va Enrique Alfaro!”.

Severo en sus juicios contra Alfaro, el cardenal emérito agregó: “También veo ridículo que se sienta mecenas, que quiera llenar la ciudad de imágenes de muy dudoso valor artístico (…). Que no se sienta mecenas porque creo que a él no le da el talento…”.

Y le lanzó una advertencia en caso de que no escuche la protesta de católicos ofendidos por esa obra que exigen la retire: “¡Ay de él si no las escucha (…) ahí anda él aspirando para adelante. Toda esa gente que le está diciendo que no, va a votar el año que viene, él sabrá. Yo no le doy consejos a él porque además no los agarra…”.

No es asunto menor para cualquier gobernante pelearse con el clero, y menos con uno de sus integrantes como el cardenal Sandoval Iñiguez.

Pero el arzobispo de Guadalajara, cardenal José Francisco Robles Ortega, piensa diferente. Dijo que cree que la obra Sincretismo no se hizo para ofender a los católicos, pero sí consideró que “es una obra malograda”. O sea, tampoco la aprobó.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I