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Realidad contra ciencia ficción

Ayer terminé de leer el libro El problema de los tres cuerpos, el primero de una trilogía de ciencia ficción escrita por el autor chino Liu Cixin y ganador del premio Hugo en 2015, el más prestigioso en este género literario.

El libro inicia en la revolución cultural china a finales de la década de los 70, un tiempo de enfrentamiento en el que la razón fue ahogada por la pasión ideológica. Científicos y académicos murieron solamente por defender la razón frente a lo políticamente aprobado por la revolución de Mao Zedong. Esto ocurría además con la Guerra Fría como telón de fondo, en la que la desconfianza mutua dominaba en el estado de ánimo de las relaciones internacionales.

Sin entrar en muchos detalles para no estropearle la historia a quien quiera leerlo, la inminencia de una invasión extraterrestre obliga a países que han sido tradicionalmente adversarios a unirse en un esfuerzo común para garantizar la continuidad de la civilización humana.

Soy aficionado a leer libros de ciencia ficción porque al trasladarnos a mundos alternativos o futuros posibles nos hacen reflexionar sobre las decisiones que están tomando nuestros líderes hoy y qué significan para el destino de la humanidad a largo plazo.

Entre una página y otra de los últimos capítulos del libro, he ido dando seguimiento a tres noticias que no he podido evitar meter en el contexto de la historia que estaba leyendo que tiene que ver con cómo la humanidad encuentra su perdición en las divisiones ideológicas y la falta de un propósito común como civilización.

La primera tiene que ver con un fenómeno meteorológico excepcional, porque Irma ya es uno de los huracanes más fuertes de la historia en el Atlántico con potencial de generar daños considerables. Si sumamos el impacto de Irma al de Harvey y al hecho de que ya se están formando otras tormentas detrás, nos encontramos ante una temporada de huracanes histórica y ante la posible confirmación de que empecemos ya a sentir efectos más graves del cambio climático.

No conseguimos como colectivo humano encontrar un propósito común claro en el uso racional de los recursos de nuestro planeta y preferimos seguir gastándolos ciegamente como lemmings tirándose al precipicio, en referencia al popular videojuego de los 90.

La segunda tiene que ver con la total falta de empatía de la administración de Trump que cada semana se hunde más bajo en sus decisiones para dividir a la sociedad norteamericana y a ésta del resto del mundo. De la defensa de supremacistas blancos, al indulto al sheriff Arpaio, a la escalada de tensiones con Corea del Norte, al último capítulo que fue cancelar el programa DACA que protegía a los dreamers, jóvenes que llegaron indocumentados siendo niños a Estados Unidos… justificándolo con la misma cantaleta que ha usado para renegociar el TLC: le están quitando el trabajo a los verdaderos americanos.

El país que hasta ahora señalaba el rumbo del mundo y le daba propósito a la humanidad en sus valores de democracia y libertad ha elegido como líder a un enemigo de su propio propósito. Estados Unidos está renunciando a ser el líder que impulse a la humanidad hacia adelante y eso anticipa un periodo de desorientación y estancamiento.

La tercera me devolvió a la escala de mi día a día en México. La publicación de la investigación de la Estafa Maestra realizada por Animal Político y Mexicanos contra la Corrupción fue como terminar de arrancar el papel dorado falso que nuestros líderes pretenden que veamos en la operación del país y encontrar debajo el cartón feo de la realidad.

La verdad es que a nadie le sorprende. Ya sabemos que así funcionan las cosas aquí. No tenemos un propósito como país… porque los que nos lideran sólo tienen como propósito enriquecerse a costa del país.

Ojalá no vengan los extraterrestres a invadirnos pronto porque nuestros líderes están para llorar… o igual ni les interesamos porque antes nos cargamos el planeta.

@ortegarance

JJ/I