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Más que el legado de Onésimo

Pasos personales. El bailarín admite la herencia familiar como un ejemplo a seguir, pero sin que sea su carta de presentación, ya que quiere escribir su propia historia. (Foto: Grisel Pajarito)

Comenzó a los 15 años y ahora sus noches de gloria son llenos totales en el Teatro Degollado. Ya sea como Romeo en el Ballet de Jalisco, del que forma parte desde sus primeros albores, o como la imagen del Festival de Danza Contemporánea Onésimo González –su abuelo–, Carlos Hernández no ha dejado de bailar.

Tenía 3 años cuando Onésimo murió. Sin embargo el legado de su antecesor, de perseverancia y gran esfuerzo es algo que se refleja en cada paso que da.

NTR. ¿Cómo comenzaste en el Ballet de Jalisco? ¿Fue difícil?

Carlos Hernández (CH). Recuerdo que las audiciones fueron complejas, sí, cuando vi a todos los bailarines que querían formar parte del proyecto y sus experiencias, honestamente pensé que yo no quedaría. Pero me llamaron, me sentí muy emocionado y feliz. Ahora formé parte principal de elencos de ballets con los que siempre soñé: El cascanueces, Sherezada, Bella Durmiente, Don Quijote y Romeo y Julieta. Este último particularmente me llena de emoción. Es una de las piezas más importantes y más complejas, interpretativamente, en mi carrera.

NTR. ¿Recuerdas a tu abuelo o alguna de sus anécdotas?

CH. Lo único que recuerdo es que cuando tenía como 6 ó 7 años y veía el video de él bailando Tema de amor, y no sabía que era mi abuelo, me inspiraba una gran admiración, estaba en la tele y estaba llorando, qué impresión. Luego como a los 12 años volvieron a poner el video y me vino el recuerdo, para mí era impresionante, una persona muy importante.

NTR. ¿Él fue una influencia en tu acercamiento a la danza?

CH. Mi recuerdo de la danza es que veíamos a mi mamá (Itzel González) bailar, íbamos a las funciones del festival, pero no sabía qué era una clase ni nada. Ya más tarde cuando mi hermana comenzó a estudiar danza y yo la acompañaba una maestra me invitó a bailar, tomé clases y me invitaron a bailar de soldadito en El cascanueces, pero entonces no pensaba que quería ser bailarín por mi abuelo. No buscaba más danza fuera de la semana del festival. Doris Topete fue mi primera maestra, pero fue hasta que supe que quería bailar que elegí la danza clásica.

NTR. ¿Y te es difícil ir de la contemporánea a la clásica?

CH. Son lenguajes diferentes, el entrenamiento de mi cuerpo es en clásica, pero me gusta no tener que quedarme en una sola. He inclinado mi carrera más en el ballet, pero también la estética de la contemporánea me llama la atención.

NTR. ¿Alguna vez sentiste presión por ser nieto de Onésimo González?

CH. Eso vino cuando ya empecé a estar en los escenarios en concursos y audiciones. Todo el mundo me decía: ‘Ay, qué padre, como tu abuelo’. Sí es presión, pero no es una presión negativa, no es que me sienta angustiado, es una responsabilidad, y la he asumido, pero nunca me ha pesado. Siempre que puedo digo que soy el nieto del maestro, no lo negaría, pero no es mi carta de presentación. No significa que por ser su nieto ya baile bien. No es algo genético.

NTR. ¿Pero sí aprendiste algo de él o de las anécdotas que te contaban?

CH. Creo que es algo que uno trae. Ahora lo hago con la danza, pero cuando estaba en el patio de mi casa me gustaba montar mis propios escenarios. Me encantaban los musicales y colgaba telas y focos, a veces invitaba a mis vecinas y si no estaba haciendo la maqueta de un teatro, no es una lección, pero siento que de alguna manera, al ver a mi abuelo en la televisión, heredé. Como lección creo que la entrega, el compromiso. Mi abuela y mi madre siempre me lo hicieron ver como algo presente: si vas a hacer algo, dalo todo. Cada vez me doy más cuenta de lo que hizo, al paso de los años de la madurez me hace más consciente de ese legado.

“Es vida. Es estar lleno de vida. Emoción, por lo que quieres despertar en el espectador que es uno contigo cuando bailas y entrega, porque no se puede hacer algo en el escenario si no das todo de ti”
Carlos Hernández, bailarín

Pie:

Pasos personales. El bailarín admite la herencia familiar como un ejemplo a seguir, pero sin que sea su carta de presentación, ya que quiere escribir su propia historia.

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