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Deseducando en la igualdad

“Me pega mi marido, se gasta el dinero en putas y mujeres –dijo–. Siempre llega mi marido a las 11 de estar en la cantina, se echa a ver televisión, y yo, que estaba trabajando, de estar de pie todo el día, me pongo a limpiar, bañar a niños y darles de cenar porque en guardería no los bañan”.

Continuó la catarsis: “Se gasta el dinero, apenas mil a la semana que no me alcanza ni pa’ la leche del niño”. La escuchaba tratando de no interrumpir, no pude contener mi automática exclamación: “¿Pero por qué sigues con él? ¡Déjalo, demándalo! Las leyes te protegen, asiste al DIF y al ministerio público, hasta seis años de prisión le pueden dar”.

Se sonrió, con un gesto que no supe descifrar, no supe si burlándose de mi ingenuidad ante una realidad o bien mostrando desencanto. Continuó su dramático relato: “Un día lo dejé y me fui con mijo. Me encontró en la parada del camión, me lo arrebató y lo escondió con otra mujer. Me amenazó con un puñal y me dijo que no tenía miedo a irse pa’ la cárcel que al fin, hasta los rateros y violadores salen pa’ pronto, y además, pues es la pura verdad. Ese mismo día me cogió a la fuerza y me volvió a golpear”.

Siguió ante mi estupefacta mirada: “Así que cuál DIF ni cuál demanda, para nosotros es lo mismo. Prefiero seguir trabajando como burro, aguantar que me viole cuando quiera, me golpee. A ver hasta cuándo aguanto y entonces la que va a enterrar el cuchillo soy yo. Sólo quiero que crezcan mis hijos pa’ no dejarlos solos porque al bote sí se llevan a las viejas y ya no salen”.

“La culpa de todo esto es de mi padre, que apenas permitió que leyera, apenas hasta cuarto de primaria y me sacó de la escuela diciendo ‘usted ya está buena pa’ trabajar’, y desde entonces, limpio pa’ que mis hijos sí puedan estudiar. Todos los días me duermo llorando, pero un día eso va a parar”.

Sus palabras siguen haciendo eco, no me dejan en paz. Nosotros, los maestros y padres, educando en igualdad de género. Creando programas para observar el comportamiento de niños con niñas en espacios abiertos. Exterminando prejuicios de género y superioridad por medio de conferencias, reforzando actividades de juego sin diferencia, involucrando a ambos en labores del hogar, generando espacios para análisis de casos de violencia de género, concursos de oratoria a favor de los derechos de la mujer, juzgando con rigor los estereotipos machistas.

Todo para nada. Se nos olvida que el hombre aprende por imitación, por lo que ve y no por lo que escucha, que los hijos son la versión mejorada de los padres para bien o para mal, eludimos que los niños nos observan con avidez y repiten los esquemas.

Golpeamos y ofendemos porque lo vivimos, soportamos y lloramos porque lo aprendimos. Ningún programa educativo va a cambiar nada mientras la autoridad no sea firme con los castigos y las sanciones. Ningún hombre le teme al Ministerio Público, seguiremos siendo el país de la opacidad y la impunidad, del aquí no pasa nada. Se acaba otro sexenio y también la esperanza. Aquí estamos deseducando en la igualdad de género.

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@Saucedodlallata

JJ/I